Martes 16 de Enero de 2018

 Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera.

Martin Luther King

En México, en el momento político que esta­mos viviendo, son muchos los pensamien­tos que vienen a mi mente cuando veo que prevalece no sólo un clima de apatía, des­interés o desafecto hacia la política, sino peor aún, de ignorancia de la cosa pública. No son pocos los ciuda­danos que reconocen que no están al tanto de lo que pasa en el país, de quién los representa o de cuándo son las próximas elecciones. Situación preocupante, ya que el proceso electoral federal ya está en curso (empe­zó en septiembre de 2017); sin ser el único, ya que habrá también comicios locales el domingo 1 de julio.

El 2018 es un año que representa un hito en la his­toria política del país, es un acontecimiento que en generaciones enteras no hemos visto y quizás no vol­vamos a vivir con unas elecciones de este calibre. Y no hablo sólo de los 14 millones de jóvenes que votarán por primera ocasión, sino por la importancia que tiene la distribución del poder que los ciudadanos habrán de hacer, decidiendo quiénes nos gobernarán en los cargos de Presidente de la República, diputados fede­rales, senadores, gobernadores o representantes en los gobiernos locales.

Sin embargo, la democracia va más allá de votar, implica saber y exigir (Woldenberg, 2017); construir normas e instituciones que permitan la coexistencia de la pluralidad de ideas y una competencia entre ellas de forma pacífica. Característica fundamental de la democracia por encima de otros regímenes políticos, expresada a través de dos sistemas de gobierno: presi­dencialismo o parlamentarismo. Fórmulas en las que ya sea una persona o un conjunto de personas toman las decisiones colectivas porque los ciudadanos así lo determinaron el día de la elección.

Es tiempo de analizar qué es lo que se quiere para darle rumbo a la nación y por eso es apremiante que la ciudadanía sepa, entienda, compare, analice y deci­da si participar o no, lo que equivale a darles fuerza a sus decisiones o debilitarlas, según se prefiera. Somos libres de hacerlo o no.

En este contexto, tengo una gran expectativa este semestre sobre la forma en que los jóvenes, especial­mente mis estudiantes, se comportarán el día de la jornada electoral. Me ilusionan mucho los grupos a los que en este momento tengo en mis clases porque los veo muy interesados e involucrados en los tiempos políticos que les tocó vivir. No obstante, los veo escép­ticos de la oferta política que se está presentando con las coaliciones y los aspirantes a las candidaturas por la vía independiente. En general, no les creen ni con­fían en los políticos ni en sus promesas de campaña porque piensan que su ambición de poder está enfo­cada en intereses personales y no en los comunes. Son muy críticos de nuestra democracia, si bien con­sidero que con lo que realmente están desencantados es con los instrumentos que la hacen posible, lláme­se partidos políticos, gobiernos, congresos, etcétera; mismos que poco a poco han ido minando la volun­tad de los ciudadanos de ver a la política como la acti­vidad humana que nos permite gestionar los conflic­tos sociales y organizarnos de forma pacífica en un ambiente democrático.

El Estudio Comparativo Sobre la Participación Ciu­dadana en las Elecciones Federales de 2009, 2012 y 2015 registra que las mujeres son las que más parti­cipan en las votaciones electorales y el segmento que más lo hace en las elecciones presidenciales son los adultos de 50 y 69 años. En las elecciones federa­les de 2012, el porcentaje de participación de jóvenes de 18 y 19 años fue de 44 por ciento, mientras que la de adultos de 60 a 69 alcanzó 74 por ciento, es decir, aunque el padrón electoral está integrado principal­mente por jóvenes, existe una mayor apatía en ellos al votar (Heycher, 2018).

En este sentido, es necesario elevar el listón de exigencia no sólo para los aspirantes a todos los car­gos de elección, sino a los ciudadanos, y especialmente a los jóvenes, ya que de ellos puede depender el resul­tado de la elección federal. Es fundamental que haya una masa crítica que no sólo se manifieste en redes sociales, compartiendo memes, likes o comentarios de cualquier tipo, sino una activa participación política y electoral en el espacio público, al representar el 30 por ciento del electorado en nuestro país. Hoy tene­mos una juventud mucho más informada que nun­ca, mucho más preparada y mucho más consiente. La experiencia de los sismos demostró que los jóve­nes están activos y preocupados por lo que pasa en el país, al estar dispuestos a defender y luchar por causas en común más que por sus propios intereses.

Sólo que esta vez, la participación es distinta, es electoral, y requiere tomarse la molestia de ir a las casillas, lo que permitirá a millones de jóvenes ejer­cer el derecho de votar, de hacer algo distinto esta vez, tomar partido en la vida pública, hacerse cargo y ser parte de una nación. El voto joven también es incluir, es vencer la inercia colectiva que piensa que ir a las urnas no hace la diferencia. Es ser mexicanos y estar a la altura de las circunstancias que enfrenta el país.

*Profesor de Tiempo Completo del Tecnológico de Monterrey

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