La inflación en México cuestiona uno de los fundamentos de las política neoliberal

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Hace 35 años México experimentó un proceso de estabilización y de reformas estructurales, debido, en parte, al significativo déficit financiero del sector público, equivalente a 17.82 por ciento del PIB y una inflación que llegó a 98.9 por ciento en 1982 (Huerta, Arturo: 1992:35). Desde entonces, los cambios seguidos en la economía mexicana se conocen como desde las tres "s" (sobreprotección, sobreregulación, y sobreestatización) hacia las tres "d" (desprotección, desregulación, y desestatización) (Villarreal, René, 2001: 121). Esto a través de un proceso de liberalización comercial, financiera y de privatización de empresas públicas.

Los cambios incluyeron también el otorgamiento de la autonomía al Banco de México a partir del 1 de Abril de 1994, hecho que ha limitado la función de la política monetaria en preservar el poder adquisitivo de la moneda nacional. De acuerdo con el banco central de nuestro país, la política monetaria es el "conjunto de acciones que el Banco de México lleva a cabo para influir sobre las tasas de interés y las expectativas inflacionarias del público" (Banxico). Por lo que, formalmente, el banco central debe mantener estable la oferta monetaria y "ninguna autoridad podrá ordenar al banco conceder financiamiento" (Artículo 28 Constitucional)

De acuerdo con el Inegi, la inflación cerró en 2017 con una variación de 6.77 por ciento, es decir, 3.41 por ciento mayor con respecto al cierre de 2016, y cerca de cuatro puntos porcentuales más que la meta de inflación del Banco de México. Hecho que cuestiona la labor de esta institución. Las causas las podemos centrar en tres áreas: el aumento de la tasa de interés, la depreciación cambiaria y el ascenso del precio de la gasolina. Tres factores que aumentan el costo del capital productivo, y, por lo tanto, los precios de bienes y servicios clave.

Ahora bien, en el contexto actual de liberalización financiera una de las condiciones que exigen los flujos de capital para mantenerse en un país es la estabilidad cambiaria. En economías con sanos fundamentos económicos dicha estabilidad está respaldada por los desarrollos productivos locales y los mecanismos adecuados de financiamiento para la acumulación, es decir, sobre bases productivas y financieras internas. En este caso, la tasa de interés es un instrumento de regulación del circulante.

Sin embargo, en economías donde la estabilidad cambiaria no está sustentada en condiciones productivas y financieras internas y donde los flujos de capital son una de las principales fuentes de financiamiento del déficit externo, como es el caso de México, la política monetaria es altamente restrictiva, tan alta como lo exija una tasa de interés capaz de promover la entrada de capitales externos. En este caso, la tasa de interés es un instrumento de estabilidad cambiaria que limita el crecimiento del mercado interno.

De tal manera que, bajo estas condiciones, la tasa de interés contribuye a establecer una dualidad entre el control de la inflación y el crecimiento económico, como sucede en México. Porque si bien el ascenso de la tasa de interés limita el consumo, debilitando el aumento de ciertos precios por un descenso de la demanda. También, el aumento de la tasa de interés incrementa el costo del financiamiento. En 2016, la tasa de interés objetivo establecida por el Banco de México en operaciones de fondeo interbancario a un día fue de 4.15; en 2017, de 6.7 por ciento; y en este primer mes del 2018 de 7.25 por ciento.

Por lo tanto, México requiere una política monetaria que active el crédito a la inversión productiva, pues microeconómicamente, ello aumenta el empleo doméstico, y macroeconómicamente contribuye a la estabilidad cambiaria.

 

*Profesor tiempo completo facultad de Economía, UNAM

Referencias:

Huerta, Arturo (1992) Liberalización e inestabilidad económica en México, UNAM.

Villarreal, René (2001) La nueva economía institucional de mercado y el estado de derecho, UNAM.

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