Cuaresma y cuarentena

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Mario DE VALDIVIA


Febrero 17, 2018

Hace cinco días inició la cuaresma, ese período que rememora hechos y tradiciones de la cristiandad, principalmente los 40 días que pasó Jesús en un retiro y ayuno antes de su entrada triunfal en Jerusalén y a su crucifixión. También se les ajusta a los 40 años que pasaron las tribus de Israel cruzando la península del Sinaí, desde Egipto hasta Caná, o los 40 días que duró el diluvio universal. 40 es un número cabalístico como casi todas las interpretaciones enigmáticas de los libros bíblicos.

A su vez, cuarentena "es la acción de aislar o apartar a personas o animales durante un período de tiempo para evitar o limitar el riesgo de que se extienda una determinada enfermedad contagiosa." (Wikipedia).

Como se sabe, la cuaresma es movible para ajustar su inicio (Miércoles de Ceniza) al Domingo de Ramos o inicio de la Semana Santa y a la Pascua de Resurrección, que deben ser después del primer plenilunio luego del inicio de la primavera. En 2018 abarcará del 14 de febrero al 29 de marzo, Jueves Santo.

Pero ¡Oh curiosidades y coincidencias con el calendario de la política mexicana!, resulta que esas farsas llamadas "precampañas" electorales terminaron el pasado domingo 11 de febrero y vendrá un periodo llamado burdamente "intercampañas", que es una suerte de cuarentena política y que culminará justamente el 29 de marzo, para que, al día siguiente, 30 de marzo (¡en pleno Viernes Santo!) inicie el tortuoso período de campañas. Durante esta cuarentena, los candidatos a la presidencia (y para todos los demás)no podrán hacer declaraciones públicas en las que invoquen el voto o se expresen sobre sus programas políticos, si es que las ocurrencias y vacuidades se les puede llamar así y que escuchamos en la "precampaña".

En esta cuarentena los ya candidatos tendrán tiempo para reflexionar, reordenar sus ideas, modificar sus propuestas y ordenar, en sus cuartos de guerra, estrategias para interesar a la ciudadanía votante en sus proyectos para este sufrido país. Esto quiere decir que durante 90 días los mexicanos padeceremos las giras y la agresiva e insulsa propaganda política, algo que nos hostiga, nos abruma, nos molesta, nos incomoda y nos amarga la vida porque será por todos los medios masivos, prensa, radio, televisión y redes, la intensidad y saturación de spots y declaraciones que no contribuirán a la toma de una decisión para el sufragio y que más bien causarán confusión.

Sin embargo, hay algo que puede despertar interés real de quienes votaremos en julio: los debates, que este año serán tres en mismo número de diferentes sitios del país. Esos encuentros verbales que ahora prometen ser verdaderos duelos, permitirán ver y oír varias cosas que nos interesan de los candidatos: si tienen elocuencia, talento, orden de ideas, agilidad mental, memoria, rapidez en la respuesta, capacidad de réplica, congruencia con sus proyectos, tolerancia a la presión, conocimiento de la realidad económica y social del país.

De lo visto en las precampañas, podríamos comentar que el candidato de Morena, López Obrador carece de elocuencia, de agilidad en la respuesta y es incongruente entre lo que predica en mítines con su "proyecto de nación", por lo cual le será complicado defender sus ocurrencias. Ricardo Anaya del Frente PAN-PRD-MC, ha mostrado cualidades verbales y de conocimiento que predicen un desempeño contundente, si bien es el más atacado de los tres quizás porque se le ve con temor. Del PRI, José Antonio Meade, bien intencionado y bien preparado, carga con el fardo de priistas de la peor escuela; su discurso es monótono, sin brillo, y estos pueden ser los factores desfavorables y la campaña puede ser un viacrucis cuya pesada cruz es la corrupción y mal desempeño del gobierno actual.

Dados los resultados de las encuestas, quien más ha subido es Anaya. Meada ha disminuido y Obrador se mantiene en su nicho de simpatizantes. Por eso mismo, es de esperarse que la gran final será muy reñida entre Morena y PAN-PRD.

 

 

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