Ha pasado una semana desde que se presentó Gorillaz en la última edición del Vive Latino y la emoción sigue su curso
Ha pasado una semana desde que se presentó Gorillaz en la última edición del Vive Latino y la emoción sigue su curso. La fuerza y el magnetismo de la banda nos dejó totalmente perplejos y con ganas de más. Pero voy a intentar detenerme con las emociones, y me centraré en la parte objetiva y en lo inteligente que fue Damon Albarn en este concierto. La idea de que Gorillaz regresara después de tantos años era una muy lejana, no porque su creador no quisiera, creo que de sobra sabemos que Albarn ama México. Las presentaciones de Blur han sido el más increíble ejemplo. Pero la cosa es difícil si pensamos en un proyecto como Gorillaz, que toda su vida musical ha tratado de fusionar a grandes músicos y de hacer colaboraciones majestuosas. Por ejemplo en la gira del Plastic Beach, el proyecto incluyó en sus presentaciones en vivo al mismísimo Lou Reed; también apareció un increíble Snoop Dogg y la brillantez de Little Dragon. Vimos esto en los grandes festivales internacionales, pero no imaginábamos algo así en México. Todo cambió cuando anunciaron el Vive Latino 2018, con un cartel bastante bueno y con un cierre fenomenal. Sí, el concierto fue surreal y pudimos bailar y cantar todas las canciones del grupo. Por ahí escuché que el Foro Sol nunca había estado tan estremecedor en un Vive Latino, pero hubo cosas que faltaron. Y no, por supuesto que no es queja, sólo es necesario mencionarlas. Gorillaz no trajo a su excelsa orquesta que destacó desde 2010, tampoco subió Kali Uchis al escenario, como muchos lo esperábamos, y es que ella se presentó un día antes en el festival, lo mismo con Little Dragon y con Noel Gallagher. Con todos ellos hizo colaboraciones en su último disco pero brillaron por su ausencia. La gira promocionaba el Humanz, otro disco con una lista interminable de colaboraciones, que tiene una deliciosa capa de música negra y una energía inigualable. Todo eso se sintió en los coros y en las voces prodigiosas que invitó Albarn. El tiempo fue preciso; una hora y media y ya. Nos quedamos con ganas de más, porque el audio fue tan perfecto que no dejaba que por nada del mundo te distrajeras, además hizo que el cansancio desapareciera. Damon fue bastante estratégico, tocó las canciones en las que no había tantos metales, podría decir que eligió las piezas más básicas, pero para nada fue un desacierto, porque hizo un muy buen repaso por sus discos y carrera. A pesar de todo esto, ver a Gorillaz fue un agasajo total, no existe esa tristeza extraña después de un gran concierto, por el contrario nos dejó una energía impresionante de la cual muchos no nos reponemos. Damon hizo una vez más una parada en México para demostrarnos el gran pedazo de músico que es. Espero que en algún punto veamos nuevamente a Gorillaz, esta vez con más colaboraciones y con esa deliciosa orquesta, tal como lo ha hecho en otros festivales. Creo que el país merece un concierto de esa magnitud. @dianaegomez |
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