Campañas sin vergüenza (I)

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Mario DE VALDIVIA


Abril 14, 2018

No hay rubor en los candidatos, no hay rubor en sus voceros o en sus representantes o en sus coordinadores o en sus presidentes de partido o lo que sean. El comportamiento verbal desmesurado sólo puede mostrar engaño, falta de vergüenza y falta de pudor. Las expresiones orales que manan de aspirantes y "jilgueros" no pueden ocultar que conocimiento no les falta, pero les sobra la manera de mentir a la que acuden en cada momento, sea en mítines, entrevistas banqueteras o en los debates que organizan algunas televisoras, convertidos en auténticos palenques de gallitos y "gallitas" dispuestos a insultar, acusar sin fundamento, denostar y demás infinitivos y adjetivos asociados a la ofensa personal y al uso de sofismas, de argumentos falsos tratando de darles el cariz de verdaderos. Pueden engañarse a sí mismos, pero a una audiencia cuidadosa no podrán engañar.

Un candidato predica amor y paz, pero cuando se topa con un adversario en un restaurante de Nayarit, se sale del lugar y afuera declara que algunos "le caen gordos", quedando sus proclamas huecas y demostrando una vez más su falsedad. Sí, López Obrador, el que se siente nuevo Tlatoani, ya decreta, ya dispone, ya legisla y sobre todo pontifica: su palabra es infalible en cualquier materia, por eso puede darse la licencia de decir que no conoce a "Napito" ni lo ha visto nunca, tampoco a Nestora, pero que lo único que lo mueve a colocarlos en la impunidad del escaño y de la curul, es "porque estuvieron presos", criterio mediante el cual todos los presos del país pueden aspirar a un lugar de privilegio en Morena, así se trate de rateros, criminales, secuestradores, narcotraficantes. Por eso predice una amnistía general a la delincuencia, para tenerla de su lado, para gobernar como Nicolás Maduro en Venezuela, sin oposición y con aliados incondicionales dedicados al crimen organizado.

Dice ser juarista pero ahora anuncia que invitará al Papa Francisco a participar en sus planes amorosos, junto con otras iglesias, olvidando que su ídolo persiguió al clero católico y separó a la Iglesia del Estado. Pero debe reconocerse que hay un rasgo de juarismo en su política: acepta y se une con el partido PES, de protestantes evangélicos, como Juárez, que trajo a metodistas y anabaptistas, cediéndoles inmuebles arrebatados a la Iglesia católica (sin indemnización, por cierto). Por si no lo sabe, Juárez se apropió de cuatro buenos inmuebles en la Ciudad de México, confiscados a la Iglesia y "adquiridos" a valor catastral ínfimo, fijado por su secuaz Sebastián Lerdo.

Es fácil para el ya asumido dueño (que no presidente) de México, eludir respuestas y cargarle todo al pueblo: "lo que diga el pueblo", suele decir a cada pregunta difícil de contestar con sinceridad, esa cualidad de la cual carece y que sus fieles seguidores aplauden sin saber ni porqué siguen a un caudillo sin talento y sin preparación para ser estadista. Los términos "populista" y "demagogo" jamás han quedado mejor aplicados a un aspirante a la jefatura de Estado. Luis Echeverría, en su campaña no mostró como López Obrador sus intenciones. El "Diablo de San Jerónimo" sacó las garras siendo ya presidente y se encargó de destruir la economía mexicana, que con tanto celo había sido lograda y protegida durante el llamado "desarrollo estabilizador". Pero lo grave de la campaña actual, es que AMLO ya ha anunciado que su plan de gobierno es del mismo corte que el de Echeverría, aunque sus validos no saben cómo enmendar una vez que se exhibe lo inviable y dañino que sería para México volver a esa negra etapa, a la cual siguió la secuela de corrupción en el sexenio de López Portillo.

En Morena no hay izquierda, como algunos proclaman, entre ellos su aliado el PT. Tampoco hay derecha, como la del PES. Hay una mescolanza de proclamas sin sentido, sin fondo ideológico, sin cálculo económico, sin visión financiera. De esa revoltura sólo puede decantarse una nueva tragedia para México. Tal vez debamos prepararnos, como para la gran tribulación del Apocalipsis, o bien, razonar nuestro voto y dar a México un futuro de certeza el primer domingo de julio. Seguiremos.

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