Facebook frente al Congreso: una oportunidad desaprovechada pero algunas enseñanzas

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Barthélémy MICHALON


Abril 15, 2018

El fundador y presidente de Facebook compareció ante el Congreso estadounidense esta semana. A lo largo de las diez horas que duraron las dos audiencias, Zuckerberg trajo muy pocos elementos nuevos: incluso evitó confirmar la existencia de prácticas conocidas de su empresa, como la recolección de datos sobre personas que no tienen una cuenta Facebook.

Por la forma en la que fueron organizadas, estas audiencias no permitieron juntar información valiosa sobre los puntos controversiales. Rara vez se logró poner al CEO en una situación realmente incómoda. Desde mi perspectiva, éstos fueron los principales errores cometidos por los integrantes del Capitolio:

Primero, cada uno de los cerca de cien congresistas miembros de las comisiones participantes dispuso de una misma cuantidad de tiempo para interactuar con el joven adulto. Mientras que ciertos diputados y senadores dominaban su tema lo suficiente como para hacer preguntas realmente pertinentes y desafiantes, otros quedaron en ridículo al exponer su profundo desconocimiento de estas cuestiones. ¿No hubiera sido preferible que participaran solamente, y con más tiempo, aquellos que fueran capaces de sostener una conversación sensata en el ámbito de las nuevas tecnologías y de la vida privada?

Segundo, el esfuerzo de coordinación dentro de cada cámara fue nulo: en varias ocasiones, Zuckerberg hizo frente a preguntas muy similares, a las cuales proporcionó respuestas idénticas. Esta situación pudo haberse corregido sobre la marcha, si los congresistas hubieran sido capaces de seleccionar, ajustar o complementar sus preguntas en función de las que ya habían sido planteadas. Por lo visto, pocos tuvieron esta capacidad de adaptación.

Tercero, la audiencia del primer día dejó en claro que Zuckerberg utilizaba de manera recurrente una técnica muy sencilla para evadir las preguntas más incómodas: aplicó la versión norteamericana de nuestro querido "ahorita", al prometer que más tarde su equipo se pondría en contacto con su interlocutor para proporcionarle la información deseada. Frente al uso repetido de esta táctica evasiva, no hubiera sido nada tonto pedirle que tuviera estas respuestas listas para la audiencia del día siguiente. De haberse descartado la posibilidad de que utilizara este viejo truco dos días seguidos, la cosecha de información hubiera sido más fructífera.

Este conjunto de observaciones me hace pensar que los congresistas participantes en la audiencia no abordaron este evento de manera estratégica sino que se limitaron a establecer, algunos con bastante seriedad, otro con menos, un listado de las preguntas que tenían que hacer en los cuatro o cinco minutos que tendrían a su disposición.

En cuanto a las enseñanzas concretas de estas audiencias, los puntos más sobresalientes ya fueron comentados en diferentes medios. Propongo enfocarme en tan solo tres puntos selectos que, a mi juicio, no recibieron tanta atención a pesar de que lo merecían.

Los que tienen una cuenta Facebook están acostumbrados a leer, en la página de conexión que "es gratis y lo será siempre". Cuando tuvo que confirmar esta promesa histórica, Zuckerberg aseveró que "siempre existiría una versión gratis de Facebook", abriendo por ende la posibilidad de ofrecer dos opciones a los usuarios: una que, a cambio de un pago, estaría respetuosa de su vida privada y otra que seguiría siendo gratis e indiscreta. Si bien esta fórmula tendría el mérito de dejar a las personas libres de elegir, generaría la desagradable impresión de que la privacidad ha dejado de ser un derecho para convertirse en un privilegio con un precio en su etiqueta. ¿Realmente es lo que queremos?

El presidente del sitio azuleado también fue cuestionado sobre la posibilidad de que aplicara un régimen plenamente respetuoso de la vida privada para los usuarios de Facebook que todavía no son mayores de edad. Se negó a expresar una postura clara al respecto, lo que se puede entender fácilmente: descartarla equivaldría negar que las informaciones personales de los menores pudieran merecer más protección. Pero seguir esta corriente implicaría reconocer que utilizar Facebook representa un peligro para la vida privada de uno. Un mensaje que sería desastroso hacia la comunidad de los usuarios, existentes y potenciales.

Finalmente, también está el espinoso tema de la regulación: la sucesión de escándalos en materia de vida privada, protagonizando Facebook u otros actores que manejan montones de datos personales, demuestra la necesidad de leyes que acoten estas actividades. Al respecto, el ojeroso entrevistado aceptó que cualquier "buena" regulación era bienvenida. Pocas semanas después del escándalo Cambridge Analítica, hubiera sido difícil atacarse al principio mismo de regulación. Sin embargo, cierta dosis de regulación puede beneficiar a los grandes grupos como el suyo, por representar un mayor obstáculo para aquellas empresas que desearían crecer en este sector.

El reto, pues, será evitar que la exigencia del respeto a la vida privada – una necesidad innegable – se convierta en un freno a la competencia, en un sector que ya carece singularmente de ella.

* Profesor de tiempo completodel Tecnológico de Monterrey en Puebla, en la carrera de Relaciones Internacionales – [email protected]

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