Jueves 26 de Abril de 2018 |
El título de este libro suena a un grupo de baile sonidero. Nazul Aramayo (Torreón, Coahuila, 1985) escribe un libro de cuentos divertido, con un lenguaje descarnado, que nos escupe a la cara la realidad: La Monalilia y sus estrellas colombianas. Nos enfrentamos a seis historias que nos presentan la vida en Torreón, desde la perspectiva de jóvenes entre los 18 y los 28 años, quienes en la búsqueda de diversión se meten en líos, se burlan de sus iguales y desatan el resorte de la risa que nos invita a reflexionar sobre el motivo por el cual nos estamos riendo: nuestra realidad como espejo para recordar cómo fue que Torreón -o México- le hizo para encontrarse en estas circunstancias. En el norte del país, podría pensarse que es un cliché comenzar el libro con un cuento que transcurre mientras se hace una parrillada. Pero no lo es. Es mera cotidianidad: asar carne, en aquella región del país, es una forma de vida común, la familia se reúne los domingos o cualquier otro día -los pretextos sobran- y entonces se abren las Tecates o las Carta Blanca y comienza el cotilleo: todos somos susceptibles de ser parte del tiro al blanco de las burlas. Los integrantes de la familia hacen un coro de sarcasmos mientras la carne roja se deja abrasar. "Un poco de respeto" y "Éramos unos morritos" son los cuentos que abren y cierran el libro, respectivamente, y en ambos la carne asada es una de las estrellas. Ambos nos dibujan el árbol genealógico de un personaje que recorrerá el libro, ¿quién en México no tiene una familia problemática? El tío que acaba de salir de la cárcel, el primo con sobrepeso, el embarazo de nuestra novia: todos reunidos en una sola mesa. Nazul Aramayo nos ofrece una visión particular de su Torreón. Y es el sol el que acompaña a los personajes. Y las maquilas y el tedio. Todo se deja querer por la fiesta y las drogas. Todo puede ser arrastrado por el abandono escolar y los embarazos tempranos. No es una lección de moral, esto es lo que ocurre todos los días. Uno no puede hablar de Torreón y brincarse el futbol. En el Territorio Santos Modelo, casa del Santos de Torreón, podemos ver cómo se enfrenta al América y es en el estadio en donde los personajes deambulan para hablar de un tema constante en el libro: el sexo, el cual también es una mona: humedecemos una servilleta y dejamos que el aroma nos transporte en medio de las piernas de una mujer, al torso desnudo y tatuado de un hombre. Los personajes de Nazul se monean con sexo. Desatan la violencia y un puño se estrella en el ojo de sus personajes, quienes se levantan y ofrecen una sonrisa chimuela, producto de una golpiza anterior. Y es que la euforia que produce la mona la mayoría de las veces desemboca en la búsqueda del contacto físico, pues la cruda que ocasionan el thinner o los pegamentos es mortal. Es mejor permanecer moneado que sobrio. Nazul Aramayo se echa un clavado al lenguaje, cachondea con las palabras, usa los giros más guarros, los que escuchamos en la calle y nos los presenta intactos en forma de cuento, tiene un enorme mérito pues no se nota impostada la voz de ninguno de los personajes: son reales y los podemos imaginar gracias a la construcción de un Torreón áspero, caluroso, encabronado. La Monalilia y sus estrellas colombianas, se aleja de la pose y reclama su lugar en la literatura mexicana. No hay rock. No hay apología del narco. Pura vitalidad y demasiada soledad: debemos acostumbrarnos a los sacudimientos que tendrá el viaje: nos pasaron la mona y es hora de aspirar.
La Monalilia y sus estrellas colombianas de Nazul Aramayo (2017). Fondo Editorial Tierra Adentro, México. |