Detrás de los abrazos entre presidentes

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Barthélémy MICHALON


Abril 29, 2018

Trump y Macron en Washington, Kim y Moon en Panmunjom: esta semana, dos encuentros entre prominentes jefes de Estado tuvieron lugar con pocos días de diferencia y a más de once mil kilómetros de distancia. Más allá de la abundante cobertura mediática recibida, las similitudes entre los dos eventos fueron numerosas.

En ambos casos, fue notable la diferencia de aspecto físicoentre los protagonistas, en términos de corpulencia como de edad. En ambos casos, este contraste visual no impidió que se multiplicaran las señales de cercanía y de complicidad entre estos actores: sonrisas, miradas, abrazos y hasta breves instantes caminando tomados de la mano. En ambos casos, la teatralización de estos escenarios fue reforzada por la profusión de símbolos, desde la plantación de árboles (un roble allí, un pino allá) hasta la visita conjunta de lugares icónicos y el menú de las cenas oficiales. En ambos casos, el tema nuclear tuvo un lugar privilegiado en las conversaciones. En ambos casos, el propósito de la reunión era mandar la señal de que las relaciones entre las naciones representadas iban a seguir un rumbo diferente a lo observable en el pasado más o menos reciente.

Sin embargo, ambos eventos revelan más de lo que nos dieron a ver, por diferentes razones que también respetan este curioso paralelismo entre los dos eventos.

Primero, tanto en la capital estadounidense como en zona fronteriza coreana, el comportamiento de uno de los participantes fue guiado por intenciones reales que dejan la impresión que estuvoinstrumentalizando a su contraparte.

En el escenario occidental, la actitud amistosa del presidente francés hacia su homólogo en los momentos mundanos no impidió que tuviera declaraciones francas y directas. En especial, denunció la postura aislacionista de su anfitrión ("cerrar la puerta al mundo no va a detener la evolución del mundo") o suretiro del Acuerdo de París sobre el clima ("Makeour Planet Great Again"). A fin de cuentas, parece que Macron entró en el juego de las caricias con el propósito de preservar sus chances de influenciarlo, entre otros sobre el tema del acuerdo nuclear con Irán.

En el escenario oriental, el actuar y las palabras de Kim Jong-un ese día contrastaron sospechosamente con lo que ha mostrado en sus seis años en el poder, en el plano tanto doméstico como internacional. Por espectacular que fuera, este paso hacia adelante debe ser analizado dentro del contexto de las relaciones entre las dos Coreas, que ha sido una historia de avances y retrocesos. Esta inhabitual actitud de apertura puede ser un mensaje de buena voluntad a destinación de China para poder argüir, más adelante, que Corea del Norte hizo los esfuerzos necesarios para "normalizar" sus relaciones exteriores, pero que la raíz del problema se encuentra en otro lado. Por esta razón, la reunión entre Trump y Kim, a inicios de junio, será de crucial importancia: en caso de fracaso, este desenlace podría ser utilizado por Corea del Norte para proponer una nueva interpretación del persistente problema en la península: la culpa proviene de Estados Unidos. Esta narrativa daría motivos parareducir el nivel de sancionesinternacionales contra el país, sin que fuera necesario alterar el estatus quo existente en la península.

Segundo, la finalidad de los dos encuentros era primeramente simbólica y en este aspecto se puede considerar que fue alcanzada. En cambio, los resultados concretos y tangibles logrados son mínimos. El mandatario francés tuvo a la vez gestos suaves y palabras duras con el estadounidense, pero regresó a casa con pocas esperanzas de haber influido de alguna manera en sus intenciones inmediatas y mucho menos sobre su visión del mundo.

Por su lado, los líderes coreanos han firmado una declaración pero la parte decisiva será la implementación efectiva de los compromisos que contiene, en especial respecto a la negociación de un tratado de paz este año y el proceso de "desnuclearización" – un término cuya definición sigue pendiente. Por supuesto, los detalles operacionales no podían caber en la declaración del 27 de abril, pero es importante movernos rápidamente de la celebración de este alentador primer paso al seguimiento del avance de los pasos que aún faltan.

Tercero, ambos encuentros proporcionan a Trump incentivos para tomar decisiones que juzgaríamos desatinadas. Es ahora menos probable que ceda en los puntos señalados por Macron: por cuestiones de amor propio como de imagen como presidente, unas palmadas en el hombroy unos discursos elocuentes no pueden cambiar sus convicciones sobre aspectos clave del programa que defendió en las elecciones. Peor aún, la tendencia actual del tema coreano puede reforzarlo en su convicción de que las amenazas directas y la intimidación sí dan resultado. Dejando a un lado de los desagradables tweets de auto congratulación, la consecuencia más nefasta de ello será la generalización de esta manera de proceder, que de por sí privilegiaba sobre cualquier otra. A pocos días de tomar una decisión clave sobre el tema iraní, no es de buen augurio.

Mientras que Trump pintó estos dos encuentros como un logro personal, ambos pueden ser interpretados de una manera que, al contrario, reduce el alcance de su protagonismo. El mensaje del presidente francés era que el multilateralismo funcionaría mejor con Estados Unidos, pero seguirá funcionando sin él. El mensaje de los presidentes coreanos era que prefierentratar de resolver sus diferencias dejando a Estados Unidos al margen.

* Profesor de tiempo completodel Tecnológico de Monterrey en Puebla, en la carrera de Relaciones Internacionales – [email protected]

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