La Alianza del Pacífico y la oportunidad de diversificar relaciones políticas y comerciales para México

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Tomás Milton MUÑOZ


Mayo 06, 2018

A más de 7 años de la aprobación de la Declaración de Lima para generar un nuevo mecanismos de integración regional en América Latina entre Chile, Colombia, México y Perú, la Alianza del Pacífico (AP) se ha constituido en el bloque más atractivo en el continente y en una alternativa para que el Estado mexicano diversifique sus relaciones políticas, económicas, financieras y turísticas en un contexto en el que Estados Unidos tiende al proteccionismo comercial y a las negociaciones bilaterales ventajosas en lugar de las multilaterales.

La AP es un proyecto que promueve el libre comercio entre los cuatro países miembros, pero al mismo tiempo busca la integración de servicios, capitales, inversiones y la facilitación del movimiento de personas, sin convertirse en una estructura pesada que obstaculice su desarrollo o genere disputas de carácter ideológico sobre cómo liderar un modelo único de integración latinoamericano.

En conjunto, los países de la AP constituyen la cuarta potencia económica y la octava potencia exportadora mundial, y en América Latina y el Caribe, el bloque representa 37% del Producto Interno Bruto (PIB) en la región, realiza 52% del comercio total y atrae 45% de la inversión extranjera directa. Además, sus integrantes concentran una población de 225 millones de personas y cuentan con un PIB per cápita promedio de 16 mil 759 dólares (en términos de paridad de poder adquisitivo), características que han resultado atractivas incluso para otras organizaciones internacionales regionales, entre ellas el Mercado Común del Sur (Mercosur), que en el pasado veían a la Alianza del Pacífico simplemente como una extensión de los intereses de Estados Unidos en el continente.

En su corta vida, los integrantes de la AP han eliminado 92 por ciento de las imposiciones arancelarias de los productos y servicios intercambiados entre sí, cuentan con el Mercado Integrado Latinoamericano (MILA) –por medio del cual existe una integración bursátil transnacional de las bolsas de valores de Chile, México, Perú y Colombia-, las oficinas de promoción comercial de cada Estado trabajan en estrategias conjuntas para explorar más mercados en otras partes del mundo, han suprimido las visas para facilitar el libre tránsito de personas en los ámbitos de turismo y de negocios, tienen embajadas comunes en terceros países para atender a los ciudadanos de los Estados miembros y cuentan con un programa de intercambio estudiantil y académico.

El dinamismo de la AP y su pragmatismo han influido para que 52 países de cinco continentes se hayan convertido en miembros observadores, de los cuales Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Singapur han solicitado convertirse en Estados asociados y con los que se podrían concretar acuerdos comerciales. Incluso Brasil y Argentina, que han virado en materia política a la centro-derecha en años recientes, exploran la posibilidad de acercarse a la Alianza del Pacífico para dinamizar su actividad comercial de forma individual o por medio del Mercosur, que en los últimos años ha visto ralentizado el intercambio de bienes y servicios intrarregional.

La Alianza se ha convertido en una especie de bisagra para América Latina y el Caribe, que hasta inicios de la presente década estaba dividida por dos grandes modelos de integración: el pos neoliberal, promovido desde el Sur por gobiernos de izquierda en Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay, Bolivia, Ecuador y que incluía la promoción de temas sociales, políticos y de libre movilidad; y el neoliberal, en el que Estados Unidos promovía la firma de acuerdos comerciales y excluía otras formas de integración.

En la actualidad, el cambio de régimen político en Argentina y Brasil y el viraje del gobierno de Donald Trump hacia una política de proteccionismo comercial, que incluye el retiro de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la imposición a varios países de aranceles por la importación de acero y aluminio, han permitido a la Alianza del Pacífico convertirse en el modelo a seguir en la región latinoamericana.

A pesar de los logros alcanzados, la Alianza del Pacífico enfrenta varios retos, entre ellos avanzar en estrategias conjuntas para promover de mejor manera la actividad y complementariedad de las micro, pequeñas y medianas industrias para que no compitan entre sí y se alcancen nichos de mercado en terceras naciones o regiones. De igual forma, con la próxima ratificación por parte de los 11 países integrantes del TPP y su eventual entrada en vigor, los sectores de calzado y textiles de los Estados miembros de la AP deberían de coordinarse ante la competencia que supondrá el competir directamente con Malasia y Vietnam, países líderes en esos ramos productivos.

México, Perú y Chile también formarán parte del TPP, pero como integrantes de la Alianza del Pacífico requieren de mayor coordinación para que su inserción en el mercado Asia-Pacífico no represente la pérdida de empleos en sectores vulnerables.

Otros elementos a considerar en la AP son el aún bajo intercambio de bienes y servicios al interior del bloque, las exportaciones que se pueden realizar a China en áreas como la agroalimentaria, el avanzar en la expedición de certificados de origen, firmas digitales y la presentación digital en aduanas, así como explorar la concreción de la libre movilidad laboral entre sus integrantes.

Para México, la AP representa una posibilidad real de diversificación económica y política, y aunque el intercambio de bienes y servicios con los otros tres países es bajo -en 2017se registró un intercambio comercial por poco más de 9 mil millones de dólares, con un saldo favorable para nuestro país-, el bloque tiene proyección hacia otros mercados.

En materia política, la AP también da a México las oportunidades de seguir estrechando lazos con países afines en materia comercial y política y de aprovechar la plataforma que da la Alianza para dialogar con otros países de la región, otrora opositores al nuevo bloque regional.

Por lo anterior, y sin importar quién gane las elecciones presidenciales del próximo 1 de julio, el Estado mexicano requiere seguir impulsando la diversificación de sus relaciones comerciales y políticas para evitar la dependencia frente a Estados Unidos, país que si bien es el principal mercado comercial en el mundo, la inestabilidad de su actual mandatario obliga a tener un horizonte que vaya más allá de Washington.

Finalmente, las autoridades también deberían de promover y facilitar la promoción de más PYMES nacionales en la Alianza del Pacífico, así como en otros tratados comerciales vigentes, para que el libre mercado no sea aprovechado sólo por los mismos actores de siempre o grandes empresas, muchas de ellas transnacionales y con poca o nula participación accionaria mexicana.

 

*Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Profesor e investigador de tiempo completo adscrito al Centro de Relaciones Internacionales de la UNAM y profesor de cátedra en el ITESM Puebla.

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