El comentario del presidente de Estados Unidos Donald Trump donde llamó “animales” a los migrantes, fue tomado fuera de contexto
Shaye Suzanne Worthman* / El comentario del presidente de Estados Unidos Donald Trump en una reunión en Fresno, California en donde llamó "animales" a los migrantes, fue, efectivamente, tomado fuera de contexto. Su comentario se derivó de una conversación con la encargada de la policía municipal, quien señaló los retos de coordinación entre diferentes niveles de la seguridad pública en cuanto a los criminales violentos como los miembros de MS-13. Respondió Trump que uno no creería qué tan malas son las personas que están siendo deportadas del país, y que no son personas, sino animales. Enseguida los medios de comunicación empezaron a divulgar lo dicho sin dar mayor contexto -hecho del que después algunos se arrepintieron, más notablemente Associated Press, quien eliminó su tuit original sobre el incidente-. Ciertamente, el comentario cobra otro sentido al conocer el intercambio completo. Por lo mismo, Trump se ha podido defender, girando el debate hacia el tema de fake news y el complot de los medios de prensa tradicionales (menos Fox News, por supuesto) para arruinarlo. Algunos de la izquierda también han mantenido firmes sus posturas, argumentando que ninguna persona es un animal, aun los criminales violentos. Por su parte, el secretario de Relaciones Exteriores, el Luis Videgaray, anunció que el gobierno mexicano presentó una queja formal ante el Departamento de Estado del gobierno estadounidense sobre el suceso. Sin embargo, discutir el uso de la palabra "animal" por Trump y si podemos o no calificar a los miembros de pandillas violentas como la MS-13 de esta manera es perder de vista el punto medular del asunto. Lo que está sobre la mesa es la táctica que Trump ha empleado desde su campaña para vincular la migración con la criminalidad. A partir de su discurso acerca del "tipo" de personas que "México manda", así como su generalización de ocurrencias aisladas de violencia contra ciudadanos cometidos por migrantes, Trump ha construido una imagen generalizada del migrante mexicano como el narcotraficante, el violador, y, en sí, el criminal. El miedo que lo anterior ha generado sólo refuerza la necesidad de un líder fuerte de "la ley y el orden", así justificando las propuestas de políticas migratorias miopes de Trump, con énfasis en un muro y la deportación de personas no criminales que, si bien agradan a su base mayormente blanca y antinmigrante, no logran avanzar hacia una reforma comprensiva e integral. En este caso, caer en la discusión sobre las particularidades del lenguaje de Trump es una trampa que le conviene al presidente. Como ha sido recurrente en su administración, mientras los medios de prensa y las redes sociales se ocupan de discutir con él sobre su elección de palabras en un sólo incidente, Trump ha volteado la conversación hacia cómo sus haters toman y exageran sus comentarios fuera del contexto, y pareciera que tendría la razón en esta ocasión. Si bien es importante no condonarle, quedarnos en el debate superficial de lo que dijo y lo que quiso decir nos aleja de un análisis más profundo de lo que está en el fondo, a la totalidad de su estrategia para enfrentar a uno de los problemas más urgentes de la sociedad estadounidense. Desdibujar continuamente la línea entre migrantes criminales y no criminales ha generado antipatía, temor y hasta animosidad hacia los migrantes trabajadores simplemente buscando mejorar sus condiciones de vida, y eso es mucho más preocupante que el uso de una sola palabra. *Profesora Tiempo Completodepartamento de Economía, Ciencia Política y Relaciones InternacionalesEscuela de Ciencias Sociales y Gobierno, Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla |
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