Acerca de donar el trabajo

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Martín CORONA


Mayo 25, 2018

Abriré mi corazón de trabajador infantil ante ustedes, les contaré que durante muchos años de andar de juglar he pasado por innumerables situaciones que van de lo ridículo al absurdo en el tema de donar o reglar el trabajo. Sin embargo, el colmo han sido dos casos provenientes uno de una Asociación Civil y otro directamente del mundo de la política.

Comenzaré por contarles que en abril, única temporada alta en mi trabajo, todo el mundo recuerda que existen los niños y contratan y hasta pagan por llevarles algún espectáculo de calidad, por ello todos los cuenta cuentos, músicos, malabaristas, teatreros, titiriteros y demás tenemos trabajo por esas fechas. Facebook se llena de fotos con foros atestados de niños y hasta parece que es negocio esto de hacer cosas para los chamacos. Justo en una de esas temporadas nos marcó por teléfono un tipo solicitando el apoyo para el evento de un partido político. Su argumento era que favoreceríamos a muchos niños y nos daría mucha publicidad. Dejamos claro que por ningún motivo apoyamos a ningún partido político con nuestro trabajo, pero si pagaban el costo de la función con mucho gusto se les daría como a cualquier otro cliente. Se enfureció y comenzó a atacarnos diciendo que en su partido estaban todos los intelectuales y artistas, que ellos hacían una labor por la sociedad muy importante y no sé cuántas tonterías más.

Al final, molestos dejamos claro que no regalamos el trabajo a partidos políticos que ganan muchísimo dinero de hacer esos eventos, que sostienen una estructura gigantesca con salarios y presupuestos que bajan de la federación. Sí, claro, hemos trabajado prácticamente para todos los colores en diferentes estados, alcaldías y gobiernos, pero igual que cualquier prestador de servicios: nos solicitan una cotización, la aceptan, se hace una factura y listo.

Donar el trabajo, regalar e incluso hacer descuentos significativos significa tener en común ideológicamente algo con los organizadores, significa cercanía, apoyo, amistad y, por supuesto, compromiso.

Luego, el club de las buenas conciencias y la buena onda es decir las ACs y ONGs suelen pedir que artistas, creadores o quien sea done su trabajo por buenas causas. Lo que casi siempre omiten mencionar es que dichas instituciones bajan recursos internacionales, nacionales y regionales mediante su estructura, con lo cual todo aquello que se haga es reportado como acción efectuada por ellos y, por ende, pagada. Un ejemplo: una asociación civil baja un recurso nacional para apoyar a niños de escasos recursos con útiles escolares, tiene ese dinero pero lo usa para hacer una campaña de donación donde la gente aporta los materiales. Al final el dinero que bajaron no fue ejercido directamente, sino que sirvió (en el mejor de los casos) para sostener una estructura que busca que otros realicen el objetivo. No imaginan la cantidad de asociaciones y ONGSque hacen estas cosas con finalidades muy diversas y que, muy pocas veces, son aquellas que dicen en sus objetivos.

El segundo fue cuando una asociación civil nos pidió que diéramos una función a beneficio de un colegio privado. Ellos organizarían un evento para recaudar fondos con la finalidad de reunir cientos de miles de pesos para iniciar la expansión de su negocio. Los artistas recibirían una compensación simbólica en especie, donada a su vez por los padres de familia. El evento tendría un costo y todo el dinero sería para que la escuela creciera.

Hasta aquí parece que todo bien, pero cuando te enteras que la escuela cuesta por niño dos salarios mínimos, cuando te dicen que les han donado cosas por más de 8 millones de pesos, cuando te das cuenta que sus dueños y directores son clasistas y discriminan a la gente por su condición económica o su físico, entonces estamos en serios problemas.

Me parece que antes, mucho antes de pensar en arreglar el país creyendo que un voto cambiará nuestra realidad, es necesario analizar cómo funcionan las cosas cercanas, qué es aquello que ocultan los discursos. Sobre todo en una sociedad capitalista en la cual nadie regala ni un chicle, a menos que saque algo de provecho.

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