Un pasado a la medida de sus deseos

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Efrén CALLEJA MACEDO


Mayo 28, 2018

La historia -explicó el filósofo Walter Benjamin- es una organización artificial de hechos y ha sido relatada por los vencedores. Por lo tanto, para escuchar la voz y la versión de los vencidos hay que hacer relectura del pasado. A veces esa relectura descubre que también entre los derrotados hay arquitectos de la falsedad capaces de erigir narrativas monumentales. Para comprobarlo, basta leer El impostor, de Javier Cercas (PenguinRamdomHouse, 2014). 

La parte obvia -la organización artificial de los hechos- es resumida por Cercas al presentar a su personaje: "Conocí a Enric Marco en junio de 2009, cuatro años después de que se convirtiera en el gran impostor y el gran maldito. Muchos recordarán todavía su historia. Marco era un octogenario barcelonés que a lo largo de casi tres décadas se había hecho pasar por deportado en la Alemania de Hitler y superviviente de los campos nazis, había presidido durante tres años la gran asociación española de los supervivientes, la Amical de Mauthausen, había pronunciado centenares de conferencias y concedido decenas de entrevistas, había recibido impostor, portantes distinciones oficiales y había hablado en el Parlamento español en nombre de todos sus supuestos compañeros de desdicha, hasta que a principios de mayo de 2005 se descubrió que no era un deportado y que jamás había sido prisionero en un campo nazi".

Fin de la historia

Enric Marco era un impostor descubierto y exhibido. Entre sus falacias se encontraban las siguientes: había sido un protagonista de la Guerra Civil española, el exilio republicano, la resistencia antinazi en Francia, la II Guerra Mundial y los campos de concentración nazis; durante tres décadas, compartió en centenares de conferencias su experiencia como preso en un campo de concentración; el 27 de enero de 2005, habló en el Congreso durante el primer homenaje tributado por el parlamento español a las víctimas del nazismo; recibió la Cruz de Sant Jordi, la máxima condecoración civil del gobierno de Cataluña…

Peor aún, en mayo de 2005 pronunciaría un discurso en el campo de Mauthausen, ante el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y otros altos dignatarios, durante la conmemoración de los 60 años del fin del nazismo. Antes de ese momento, Enric Marco fue descubierto y exhibido.

Entonces, si la historia era pública y había sido desmenuzada a conciencia, ¿por qué escribir una novela y correr el riesgo de darle un aura de héroe al impostor al intentar explicar -o justificar- sus motivaciones?

Además, ya las víctimas y los descendientes de las mismas habían expresado su dolor y su oposición al "tratar de entender", como lo recuerda el propio Cercas en su obra: "Era una carta al director firmada por una tal Teresa Sala, hija de un deportado en Mauthausen y miembro ella misma de la Amical de Mauthausen. No era la carta de una mujer indignada, sino más bien abrumada y avergonzada; decía: «No creo que tengamos que entender las razones de la impostura del señor Marco»; también decía: «Detenernos a buscar justificaciones a su comportamiento es no entender y menospreciar el legado de los deportados»; y también: «El señor Marco habrá de convivir a partir de ahora con su deshonor".

Dicho escrito le recordó a Cercas que en Si esto es un hombre, "Primo Levi había escrito refiriéndose a Auschwitz o a su experiencia de Auschwitz: «Tal vez lo que ocurrió no deba ser comprendido, en la medida en que comprender es casi justificar»".

¿Entender es justificar?, se preguntó el autor, cuya reconstrucción de la incertidumbre narrativa constituye un tercio la novela, los otros dos ejes son la biografía de Enric Marco y la reconstrucción de la investigación.

Su respuesta no es una verdad, sino la búsqueda de un aliciente: "¿No es más bien nuestra obligación? ¿No es indispensable tratar de entender toda la confusa diversidad de lo real, desde lo más noble hasta lo más abyecto? ¿O es que ese imperativo genérico no rige para el Holocausto? ¿Me equivocaba yo y no hay que tratar de entender el mal extremo, y mucho menos a alguien que, como Marco, engaña con el mal extremo?". Esa duda se convierte en la piedra angular del El impostor. Gracias a ella, la relectura del pasado permita recobrar la voz -o la omisión de la voz- de los vencidos.

Si bien, como asevera el autor, Enric Marco es un ejemplo de cómo nos inventamos un pasado a la medida de nuestros deseos, también es una muestra de que la memoria siempre está en disputa y es necesario revisarla, revitalizarla y resguardarla.

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