Trump, acero sin temple

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Barthélémy MICHALON


Junio 02, 2018

El presidente estadounidense ya nos había acostumbrado a decisiones indignantes, desatinadas o descabelladas, por lo que la aplicación de aranceles sobre las importaciones de acero y de aluminio provenientes de sus más cercanos aliados se podría ver con una línea más dentro de una lista que se irá alargando hasta que, de una manera u otra, la Casa Blanca quede libre de su incómoda presencia.

Sin embargo, este nuevo tropiezo presidencial merece un lugar especial en su galería de horrores, porque tiene lugar en el único campo en el que, a priori, se podía suponer que contaba con un nivel de entendimiento superior a cero: el comercio. Ya tomó numerosas decisiones erráticas en materia diplomática, de seguridad, de medio ambiente o de migración: lamentable e indignante, pero poco sorprendente. En cambio, si hacemos caso omiso de sus numerosos fracasos, sus antecedentes de hombre de negocios y la fortuna personal que logró acumular dejaban pensar que no era totalmente ajeno a la lógica elemental que rige la compraventa de bienes en el plano internacional. Pero en este rubro también su incompetencia ha llegado a niveles que pocos sospechábamos.

Recordemos primero que esta decisión, tan ampliamente comentada en los círculos mediáticos y empresariales, representa la prolongación de una medida aplicada en marzo pasado, que elevaba los aranceles sobre los productos citados provenientes de varios países – China siendo el principal blanco – pero exentaba a los hoy afectados. Esta exención era provisional, mientras negociaciones tenían lugar para que se acordara una limitación del volumen de las exportaciones de acero y aluminio a Estados Unidos. El anuncio del 31 de mayo se entiende como la consecuencia del fracaso de estas pláticas.

Si se mantiene esta decisión -Trump también nos acostumbró a cambiar de postura de manera inesperada, como sobre el tema norcoreano- es y será una fuente de daños múltiples para Estados Unidos, mientras que sólo arrojará beneficios mínimos.

En un plano estrictamente económico, esta decisión perjudicará todos aquellos sectores industriales del país para los cuales el acero y el aluminio son insumos clave, sin beneficiar necesariamente al sector metalúrgico nacional. De forma reveladora, la misma representante de la principal asociación de productores estadounidenses de aluminio lamentó públicamente esta decisión, por las tensiones que genera con los aliados tradicionales.

En un plano legal, la UE y Canadá ya presentaron una queja ante la OMC por violación de sus reglas. En conformidad con las reglas de esta institución, ya anunciaron la implementación de medidas de retorsión contra productos estadounidenses con tal de causar un daño económico similar: de ahí el término de "guerra comercial", cuya presencia es recurrente en los encabezados de las noticias sobre este tema.

En un plano diplomático y simbólico, la invocación de la "seguridad nacional" como justificante de una decisión tomada en contra de sus principales aliados, suena como una afrenta. La fuerza de las palabras utilizadas por los representantes de los Estados en cuestión es testimonio del nivel de indignación suscitado por esta más reciente iniciativa. De forma tan lúcida como poco diplomática, el Primer Ministro canadiense denunció la ausencia de sentido común en la actual administración.

Esta iniciativa puede interpretarse como la implementación de una técnica particularmente agresiva de negociación por parte de quien publicó, hace treinta años, un libro titulado "el arte del acuerdo". Un patrón común aparece con el reciente trato con Corea del Norte: después de dar el encuentro por cancelado, Trump dio marcha atrás y se restableció la fecha original, el 12 de junio. Parece que, en ambos casos, el presidente de Estados Unidos hace anuncios deliberadamente excesivos, no solamente para satisfacer su afán de poder, sino también como recurso para obtener concesiones por parte de sus interlocutores.

Si bien esta forma de proceder puede entenderse en el campo comercial, donde lo que está en juego no es la paz mundial o la preservación de alianzas históricas, su aplicación en el campo de las relaciones internacionales es más que cuestionable. Además, el aplicar la misma estratagema contra un rival y contra países que deberían ser considerados como sólidos aliados es, nuevamente, muestra de la ineptitud del actual titular del cargo presidencial en la primera potencia mundial.

*Profesor de tiempo completo del Tecnológico de Monterrey en Puebla, en la carrera de Relaciones Internacionales

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