Viernes 08 de Junio de 2018 |
Hace unos días me encontré con un libro del ecuatoriano Jorge Icaza, el libro me llamó la atención no sólo por el título, que primero confundí con Cholo en vez de Chulla. Y en segundo lugar por el precio, nomás veinte pesitos en una librería de viejo en el centro de Puebla. No pude dejar pasar la oportunidad de comprarlo, pues se trata de la edición crítica, cosa que agradezco pues de no haber sido así no le hubiese entendido a tanto localismo ecuatoriano. Se trata de una novela de 1958. Supongo que las cosas en Ecuador, como en muchas partes del continente, no han cambiando socialmente, aunque sí lo hayan hecho en su lenguaje. El Chulla Romero y Flores –Luis Alfonso, su nombre de pila– es un oficinista de gobierno que un día se ve favorecido por su jefe para que sea el encargado de cobrar los impuestos. El Chulla es una figura que no es ajena en México, no por el nombre sino por lo que representa: un tipo clasemediero que no es millonario, ni siquiera rico, más bien venido a menos, con aires de español, y con una proclive negación a todo lo que suene náhuatl. El Chulla más que un patriota es un tipo que puede tranzar a cualquiera: malintencionado y con actitudes prepotentes. Ser un Romero y Flores –de rancio abolengo– equivale a negar su sangre de Chulla (¿les suena poblanamente familiar?) para estar por arriba de los demás y ver al resto de la gente por encima del hombro, sobre todo a los cholitos e indios. Al sentirse protegido por su jefe, el Chulla comienza a pisar algunos callos de la clase política. Altanero y arrogante se mete con quien no debe: el candidato a la presidencia de la república. Tampoco nos es lejana la figura de éste, pues la esposa "Cara de Caballo" es quien todo le resuelve. El Chulla insiste, la mujer se detiene, lo sopesa y lo humilla, se da cuenta de su intento de darse aires de grandeza, lo hunde. Lo manda a capturar y lo pone de patitas en la calle pues no es más que el recaudador de impuestos. El abonero, pues. Sin embargo, el Chulla urde su venganza y lleva todo el desorden de las finanzas del candidato a la prensa; ahí le prometen publicar su verdad pronto, muy pronto, mañana, pasado, la próxima semana, el próximo mes… no sale. ¿Les suena mexicanamente familiar? Está frente a una prensa domesticada, ávida del chayote corruptible. Romero y Flores es perseguido por asesinos. En la huída, su mujer está a punto de parir, y él regresa a salvarla de manos de sus captores. Al interior de la vecindad la polifonía de las voces de los inquilinos lo ayudan a esconderse: "los jodidos se cubren entre sí", se dice en la mente. La narrativa de esta novela es fluida, con pocas conjunciones o preposiciones lo que genera que la tensión narrativa se dé por yuxtaposición de oraciones. Icaza retrata con mucha familiaridad una de las verdades históricas latinoamericanas: la corrupción. ¿Es acaso ésta nuestra única característica para llamarnos latinoamericanos? Es Ecuador pero puede ser Venezuela, Perú, México, Honduras, la lista sigue. Todos somos El Chulla… el que un día quiso tener un rostro. |