La disposición

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Eduardo GÓMEZ GÓMEZ


Junio 11, 2018

Seguro puedes recordar alguna vez que hiciste un plan, lo seguiste y obtuviste el resultado, ¿cierto?

Es muy satisfactorio obtener el resultado esperado o deseado, y generalmente va acompañado de buen ánimo, alegría y gozo. En diferentes grados, el no obtener el resultado puede generar inconformidad, malestar, frustración, enojo, ira o pesar. ¿Cuál es la diferencia entre ambas posibilidades? El éxito en lograr o no el resultado esperado o deseado.

Aquí intervienen muchos aspectos en consideración, pero nos enfocaremos solamente en qué determina que se obtenga el resultado. Y tal vez sea evidente, pero la clave es simple disposición para hacerlo.

Hemos escuchado la célebre frase de "Orden dada, y no supervisada, se la lleva… mmm, ¡oh, ya! la tostada", y es una forma muy sencilla de buscar una justificación al hecho de no obtener un resultado. Generalmente es común pretender evadir la responsabilidad que implica establecer el compromiso de obtener un resultado.

Sea en el hogar, en el trabajo, en actividades de convivencia, en todo aquel lugar en el que realices algo, al estar implicado en una actividad estás comprometido con generar un resultado o un conjunto de resultados específicos. ¿No lo sabías? Y en muchas ocasiones no nos hacemos conscientes de cuál es ese resultado esperado o deseado. En ocasiones, incluso, podemos establecer el acuerdo de obtener un resultado y uno mismo en lo personal estar esperando otro u otros, y el resultado comprometido sucedería ?si llegase a suceder? sólo por "inercia", es decir, no sería lo esencial para quien se comprometió a hacerlo. El espectro de posibilidades al respecto es inmenso.

Y todo el truco depende de hacer o no hacer lo necesario para obtener ese resultado.

Es muy común escuchar en diferentes conversaciones explicaciones extensas y muy profundas sobre el por qué no se obtuvo el resultado esperado y en esas conversaciones abundan los comentarios sobre lo que otros no hicieron para lograrlo, pues generalmente uno hizo todo lo que le correspondía, todo lo posible y hasta más que eso (léase con una expresión de ojos y boca expandiéndose poco a poco y hasta el máximo).

El hecho subyacente a la ejecución es la disposición de alguien para hacer algo. Sin embargo, uno hace las cosas no sólo por hacerlas, sino en la expectativa implícita o explícita de obtener un resultado determinado. Y esto, aunque es visible, puede no ser tan obvio.

Consideremos, por ejemplo, a un padre de familia pidiendo a su hijo que haga algún quehacer. Si bien no es algo definitivo, sería común considerar que el hijo haría ese quehacer a regañadientes, y tal vez hasta mal hecho; o si le fuera posible no lo haría. En su caso, si el hacer ese quehacer fuera condición de obtener un permiso o un "regalo", hasta podría hacerlo muy bien.

Así, una persona no hace lo que no "es importante" o "no vale" para ella misma directa o indirectamente. Pídele a alguien que haga algo que no le significa nada o no hay algo de valor para él en el resultado solicitado y ya puedes ir teniendo una forma de evaluar el grado o la calidad del resultado que tendrás. Entre menos valioso sea para esa persona lo que le pides, más improbable será que obtengas el resultado deseado. De tal forma que una persona obtendrá lo que es importante para ella realmente (y no sólo en la forma).

Hay muchas personas que pueden decir que "desean" algo, y, sin embargo, no lo obtienen. Claro, ahí podemos entrar al campo de las justificaciones, pero es un terreno pantanoso y que nos distrae de lo que determina la disposición de esa persona para obtener el resultado.

Mientras la persona no vea el valor para ella misma del resultado que va a obtener por hacer algo, no estará en la disposición adecuada para obtenerlo. Esto explica el por qué "orden dada y no supervisada, se la lleva… la tostada".

Cabe la pregunta, ¿qué disposición has tenido realmente cuando no has logrado algún resultado que te planteaste?

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* Consultor

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