Las excusas

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Eduardo GÓMEZ GÓMEZ


Junio 18, 2018

Recuerda cuando lograste un resultado que hayas disfrutado de entregar.

Es probable que, al entregarlo, tuvieses interés en mencionar cómo lo hiciste, que en algunos temas había sido algo sencillo, y que los retos los resolviste sin tanto contratiempo. Tal vez, también recuerdes que te sentías feliz, y algunas de las personas a las que les contaste tu experiencia te mencionaron que te veías muy contento y que compartían tu alegría, que notaban tu entusiasmo y que eso también era muy importante. Reconocían tu buen trabajo.

Por un momento recuerda una situación en la que alguien no obtuvo un resultado que ofreció. Puede ser un caso en el que tú estuviste en esa situación o alguien más. ¿Ya recuperaste el recuerdo? Muy bien…

Tal vez la persona no se viera muy interesada en mencionar que el resultado aún no estaba. Al necesitar hablar al respecto, tal vez mencionó lo difícil que pudieron haber sido algunos pasos, y que había cosas que eran un gran lío, que habría que hacerlas, pero que implicaría poner demasiado, y que tal vez ni valdría el esfuerzo; además, desde luego, eso implicaría mucho más tiempo de retraso. Es probable que su rostro se mostrará molesto, tenso, ansioso, descompuesto por momentos, y a algunos de los que le escuchaban incluso les molestaba lo que estaban escuchando, y le pidieron que mejor se apurara o directamente le reclamaran el por qué no expresó antes tales consideraciones.

Seguramente notas las diferencias en ambos escenarios.

A la hora de hacer algo, generalmente uno logra determinados resultados, eso "es inevitable"; sin embargo, en el día a día es valioso ponderar la calidad de esos resultados en relación con los resultados esperados. Es decir, hablamos de resultados esperados (los que se planificaron o especificaron), y de resultados reales (los que se están entregando), y ambos no siempre se parecen. En ocasiones, los resultados que se entregan no se acercan ni remotamente a los esperados, o requieren para su realización un tiempo indefinible, en lugar de uno definido claramente. Y en el tiempo, hay personas que resuelven una tarea en una semana, cuando el promedio para hacerla es de un par de horas, pero si no les pones un límite podrían durar semanas.

Hay una diferencia específica en los escenarios presentados sobre la que nos interesa insistir. En el primer ejemplo, la persona da resultados y los celebra; en el segundo ejemplo, la persona no los entrega y se justifica.

Y así sucede en la realidad. Al respecto la frase, "quien da resultados no da excusas" puede considerarse como un axioma muy útil para los ejecutivos de cualquier organización, para el hogar, para cualquier persona que busque hacer realidad sus mejores sueños o simplemente para quien maneja su vida tranquila y productivamente. Este axioma les sirve de base para determinar las acciones a seguir en cualquier ámbito de su vida. De hecho, la validez de esta frase funciona también en sentido inverso: "quien da excusas no da resultados".

En este sentido, cada vez que preguntes por qué no están lavados los trastes, por qué no está terminado un trabajo, por qué está fallando algún producto o por qué el servicio es deficiente, y la persona responsable de dar la respuesta inicie hablando de dificultades, quejas y evasiones, sabrás que esa persona tiene barreras para manejar y dar resultados adecuados. Cada vez que una persona no pueda entregar el resultado que se comprometió a entregar, es necesario reencausarla a dar ese resultado, en vez de dejar que se descomponga en excusas o justificaciones. Las justificaciones pueden tener la imagen de explicaciones muy refinadas, pero mientras el resultado no esté creado, sólo serán excusas. Ni más ni menos.

Considéralo, ¿entregas excusas o resultados?

Y los que están cerca de ti, ¿qué entregan?

¿Qué esperas para entregar y hacer entregar resultados en cada caso?

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