El surgimiento de las ciudades

  • URL copiada al portapapeles

Jesús TAMAYO


Junio 19, 2018

En algún momento de la historia del Hombre, éste descubrió la agricultura y ello provocó cambios revolucionarios en su vida. El dedicarse a las actividades agrícolas le obligó a abandonar el sedentarismo y a asentarse más o menos permanentemente en algunas regiones que le parecieron aptas para el cultivo. Nacieron así los primeros asentamientos de familias que pronto fueron de familias extensas o de grupos de familias.

Durante muchos años o siglos, el mundo se pobló con este tipo de sociedades agrícolas asentadas en poblados relativamente pequeños. Comoquiera, el natural desarrollo de las sociedades campesinas y algunos primeros avances técnicos pronto hicieron crecer los poblados y algunos, por su tamaño y por las actividades de sus pobladores, han sido definidas por los arqueólogos como aldeas precursoras de lo que hoy llamamos ciudades.

Los más antiguos textos que conservamos nos cuentan historias de acontecimientos sucedidos en diversas y numerosas ciudades del mundo antiguo. Es el caso, por ejemplo, de Gilgamesh e India, de los textos homéricos en Grecia o de los textos bíblicos que nos refieren a ciudades de Egipto y Mesopotamia.

Desde épocas remotas, las decisiones básicas sobre los asentamientos humanos (hoy añadiríamos, el gobierno y la administración de ellos) fue siempre un reto que debieron resolver los primeros habitantes de un poblado.

¿Dónde precisamente asentarse? ¿Qué tan lejos del agua necesaria? ¿Cerca del rio o del manantial? ¿En la margen izquierda o derecha del rio? ¿En la planicie o en las laderas? ¿Cómo proteger el asentamiento de los depredadores? ¿Qué y cómo sembrar?, ¿quiénes harán este trabajo y quiénes aquel?, ¿quiénes vigilarán la siembra y el poblado? Debieron que surgir individuos que terminaron especializándose en y resolver los primeros problemas del asentamiento, o bien podemos suponer con cierta certeza que muchas decisiones sobre estos u otros temas parecidos fueron tomadas colectivamente, por consenso o siguiendo las orientaciones de los ancianos del clan.

Así, no nos sorprende saber hoy que los romanos en su etapa imperial expansiva planeaban ya formalmente las ciudades donde establecerían su ocupación militar. Ello es un interesante antecedente de lo que hoy entendemos como planeación urbana.

Caído el Imperio Romano, a lo largo de los siglos primeros de esta era, los progresivos aunque lentos avances tecnológicos y científicos hicieron posible la multiplicación y el crecimiento de los asentamientos humanos, algunos de ellos ya ciudades propiamente dichas. Así, un universo de aldeas y algunas ciudades conformaron el mundo durante más de mil años. Este fue el mundo urbano de lento crecimiento que vivimos desde la caída del Imperio Romano hasta la era de los descubrimientos o, más precisamente, hasta el surgimiento de la revolución industrial que daría origen a la ciudad moderna.

En efecto, lo que vino a modificar de raíz y hacer explotar el panorama urbano fue la llamada Revolución Industrial. No sólo las actividades propiamente industriales se superpusieron a las manufactureras artesanales en el centro urbano, sino que acarrearon a éste nuevas actividades que hoy llamaríamos de servicio a las actividades transformadoras y también a la población ocupada y a sus familias.

En este proceso, muchos asentamientos vieron crecer su población en forma exponencial y, ya en el siglo XIX algunas llegaron a alcanzar cifras millonarias en habitantes. Se tiene registro de que la vieja Londres, en muchos sentidos cuna de la Revolución Industrial, alcanzó el millón de habitantes en fecha tan temprana como 1810. En este proceso, numerosas ciudades europeas siguieron el ejemplo londinense. Así, el Siglo XIX contempló en Europa y en el resto del mundo el surgimiento de numerosas ciudades millonarias en habitantes, que desde entonces hemos llamado metrópolis, un término de antiguas resonancias clásicas. Y los efectos están a la vista.

[email protected]

  • URL copiada al portapapeles