Plegarias nocturnas, un mundo en blanco y negro

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 "Nací en Bogotá, en una familia de clase media rasante, o como se dice en la sección de finanzas de los periódicos, de frágil economía y con marcada tendencia a la baja". Es así, como empieza el segundo capítulo de la novela Plegarias Nocturnas (RandomHouseMondadori, 2012) el cual nos revela uno de los pilares que sostienen esta narración del escritor colombiano, Santiago Gamboa, historia que nos arroja a una dolorosa realidad latinoamericana, misma que a través de las fatídicas andanzas de sus personajes nos pondrá frente a un espejo que no hace más que evidenciar las calamidades políticas y sociales que cualquier país de nuestra región -en mayor o menor medida- pasa. La novela versa sobre la funesta historia de un par de hermanos, mismos que viven bajo el yugo de un país hostil, en donde se dejan entrever los problemas que sufre la sociedad colombiana, como el paramilitarismo, la violencia, la desigualdad, el narcotráfico, y todo esto contextualizado bajo el gobierno corrupto de Álvaro Uribe, quien representa, dentro de la historia, uno de los tantos puntos de divergencia entre la hermana mayor, Juana, y sus padres. Ambos personajes principales, (Juana y Manuel) son amantes del arte; Manuel es un joven obsesionado del graffiti; él y su hermana comparten una pasión por la literatura y el cine, cuestionan constantemente la forma de gobierno uribista, así como los acontecimientos que viven a raíz de los problemas políticos, actitudes que el padre de éstos, hombre conservador y fiel seguidor del gobierno en turno, reclamará y no dudará en considerarlos unos verracos, palabra usada dentro del gobierno de Uribe para aquellos que deslegitiman acciones políticas de la derecha. Esto nos muestra, de entrada, visiones que polarizan las relaciones entre esta familia, reflejo de una sociedad confundida y llena de desesperanza, a través de la cual el escritor le da un contexto sumamente interesante a la narración, de manera que pone en perspectiva al lector de una realidad trágica.

El desarrollo de la novela es conmovedor y lleno de soledad, pues Juana, movida por la necesidad económica, y dispuesta a salir de una realidad que desprecia, prostituirá su cuerpo para cumplir la promesa que le hizo a su hermano, y a ella misma: tener una vida diferente a la que su patria les ofrece, desarrollar sus sueños e ideales lejos de la oscuridad de que los vio crecer, sin importar el riesgo que esto implicará después, ya que el periplo le hará vivir una serie de infortunios en Japón e Irán; y precisamente, es esta decisión el detonante que utiliza Santiago Gamboa para explotar la historia, ya que a partir de ese hecho, se desarrollan una serie de personajes y experiencias; la joven huirá, jurándole a su hermano regresar, esto motivará a Manuel, pasados los años, a buscarla, arrojado por el recuerdo perenne y por ese amor utópico que le profesa, y que lo hará terminar detenido en Bangkok, acusado por tráfico de drogas; es ese momento, en el cual entrará un personaje clave dentro de la narración: el cónsul colombiano en Nueva Delhi, quien conmovido al enterarse de esta historia, buscará reunir a estos hermanos, a pesar de lo complicado que le resultará dar con el paradero de Juana.

Santiago Gamboa nos lleva, a través de un estilo narrativo escrito en primera persona, y que funciona a manera de crónica, contada desde tres aristas diferentes, intercalando las peripecias de éstos, por un vaivén de sensaciones que gracias a esos cambios de ritmo, hace de la narración una lectura emotiva, la cual estará llena de desgracia y develará un amor imposible, escrito bajo la sombra de la política, los temores, anhelos, el arte y una promesa que se lleva hasta el punto más romántico: la muerte.

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