Sueño de una tarde electoral

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Madre, yo al oro me humillo

Él es mi amante y amado,

Pues de puro enamorado

De continuo anda amarillo

Qué pues doblón o sencillo

Hace todo cuanto quiero,

Poderoso caballero

Es Don Dinero

Francisco de Quevedo (fragmento)

 

 

Se escriben estas líneas con mucho temor, casi con deseo de equivocarse. Hoy es un día de mucha esperanza, de incierta credibilidad, ¡vaya pues! cuesta mucho quitarse de la cabeza la idea de la democracia, esa democracia aprendida, inventada y de a poco desdibujada, y quitarse de encima esa historia "del poder del pueblo", cuesta creer que todo lo construido no sirva para nada, que todo el convencimiento al voto, la publicidad, el costo legal de las elecciones, los procesos históricos violentos y dolorosos, no sirvan para nada. Esta incierta credibilidad que viene de saber que el poder del pueblo no es el único, ni es todo, que coexisten muchos otros poderes en México, y que en la actualidad el de los grandes emporios empresariales es un poder mucho más fuerte que el de la soberanía del pueblo. Los intereses que estos magnos grupos tienen en México son enormes y todo se puede esperar el día de hoy; tampoco se debe subestimar al tigre, que también es otro poder, sigiloso y cautivo, detrás del ciudadano pacífico y votante. Ese poder también es respetable, porque amarrarlo dolerá, habrá más muertes, más desprestigio nacional, más impunidad; ¡No! ¡No! esa idea mejor desecharla y seguir con el anhelo que viviremos una jornada electoral pacífica y respetuosa, mejor no pensar en la realidad, mejor en el deber ser, ese deber ser utópico, del "mundo feliz".

Qué más quisiera uno que "alzar la bandera y cantarle a la patria", justo como dice Silvio Rodríguez, sin embargo, le dan a uno motivos, y "esta jugarreta cruel de los sentidos", de escuchar y ver lo que está pasando, y del sentido común que nos dice que las elecciones el día de hoy no es cosa fácil, el pastel es tentador, los escenarios dan miedo; al cambio y/o a que todo siga igual, o peor aún, arruinándose cada día un poco más. El señor don dinero puede hacer de las suyas, desde los arreglos internacionales consensuados con antelación, las alianzas partidista no oficiales y a escondidas, hasta la compra del voto por un poco de pan.

¿Será el señor don dinero el que decida las elecciones el día de hoy en México? ¿Será el capital el que triunfe? Ese señor don dinero que está triunfando en todo el mundo a costa de la vida y la dignidad humana.

¡No, no, pues! veamos este proceso electoral, el más grande en mucho tiempo, como una verdadera transición hacia la democracia, creamos que los viejos usos y costumbres político-electorales han quedado atrás y que somos un pueblo seguro, fuerte, capaz de cargar en nuestros hombros, el peso de una decisión soberana.

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