Jueves 12 de Julio de 2018

Tiene que haber sido una mañana de domingo, de aquellas en las que la colonia Condesa está muy tranquila y el tiempo parece no seguir su marcha. El pintor Arturo Rivera está sentado en el Café Illy, frente al Parque México, leyendo el periódico.

El fotógrafo Pascual Borzelli y yo le saludamos y comienza la plática. Una de las experiencias en donde despierta más el ánimo del pintor es en la que nos cuenta de su viaje a China, lo que me hace recordar que en 2005 fue ganador de la Bienal de Pekín. Arturo nos dice que su acompañante estaba maravillada con los asiáticos, pero lo estaba más con sus baños: "Arturo, Arturo ven a ver esto, es increíble". Arturo Rivera se levanta de la silla y se pone en cuclillas para simular cómo es que los chinos defecan en un hoyo, no hay excusados, comenta. Si lo piensas es mucho más sano, nos dice. Nuestros baños no son nada ergonómicos y a veces nos quedamos con algo adentro, todos nos reímos.

Arturo Rivera nació en la Ciudad de México en 1945, realizó estudios de pintura en la Academia de San Carlos, además también recibió instrucción en Estados Unidos y en distintos países de Europa. Sin embargo, un dato que no muchos conocen es que Rivera estudió en Puebla, eso me lo platica una vez que terminamos el café y comenzamos a caminar por el parque México. Estuve por allá en un colegio, que no sé si aún exista, se llama Benavente. Le doy una respuesta afirmativa y continuamos el paseo.

Antes de que lleguemos a su casa hace un par de comentarios más sobre Puebla y sobre su yerno Juan Tovar. Sin duda Arturo Rivera está rodeado de literatura, pienso en que el poeta Eduardo Lizalde es su cuñado. Mira, en esa casa de techo verde vive Tongolele, nos dice mientras señala una casa que se encuentra a dos puertas de la suya.

Entramos para que nos muestre su estudio, incluso nos muestra la azotea, lugar donde parece que Rivera disfruta pasar mucho tiempo. Una noche saqué mis binoculares para ver si podía espiar a mis vecinos, me imaginaba gente cogiendo, asesinatos, fiestas, pero la gente es muy aburrida, el vecindario es muy pinche aburrido de noche, no vi nada, a lo mucho una señora que estaba viendo la tele ese día, mejor me metí a mi casa, nos dice el autor de la pintura La caída, un óleo que se convirtió en la portada de la novela Casi nunca de Daniel Sada.

La música de fondo en su estudio es de Tom Waits. Arturo Rivera está contento porque al fin pudo resolver el problema que lo tenía atrapado, se trata del cuadro Mar, que se exhibió en Monterrey.

Es un domingo en el que podría estar solo con su pintura, con su labor artística. De manera personal, hay domingos en los que me encanta aislarme. Hay quienes dicen que los cuadros de Arturo Rivera perturban la realidad, perturban su calma.Ese domingo fuimos nosotros los que rompimos la calma del pintor.