La Dirección

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Eduardo GÓMEZ GÓMEZ


Julio 16, 2018

¿Recuerdas alguna vez que tuviste incertidumbre? Probablemente, entre tus pensamientos estaban: ¿qué va a suceder? No era claro el panorama; había dudas y preguntas sin respuesta; la espera se imponía…, de ahí la incertidumbre.

Seguro le ha pasado a la mayoría de las personas: en un mar de posibilidades, la confusión puede reinar.

En una familia, en una organización, en un gobierno, la falta de claridad sobre lo que se va a obtener o alcanzar, o sobre los pasos necesarios para lograrlo, hunde contundentemente.

También es factible que "exista claridad" sobre lo que se pretende alcanzar, pero que el objetivo sea poco factible. Eso también hunde.

En cada caso en el que exista algún punto poco claro, y no se haga lo necesario para resolver la falta de claridad, nos encontramos ante una deficiencia de Dirección. Más aún, cuando el objetivo sea poco factible, además de la falla por incapacidad de dirigir, se induce a un desastre brutal.

Hay una regla básica: "¡Quién no puede ver, no puede dirigir!". Imagina que te vendan los ojos y te llevan a un cuarto con muebles y juguetes regados por todos lados (y que no ves, pues llevas tapados los ojos); el cuarto es desconocido para ti; una vez dentro, te dan vueltas, y después te piden que te apresures a llegar a la puerta. ¿Qué tan rápido lo harías? Tal vez, podrías tropezar varias veces; o bien, podrías ir a tientas, tratando de encontrar la puerta; tal vez de caigas y te lastimes. También es probable que de inmediato camines y te encuentres con la puerta; sin embargo, esta última posibilidad es remota. Considéralo: si no puedes ver, ¿hacia dónde te diriges? ¿Con base en qué? Estarías en múltiples contingencias. Si no puedes ver, tu ritmo es incierto, lento y a tientas. Imagínate al frente de una compañía a una persona con problemas para ver. Y, desde luego, no sólo nos referimos a la capacidad de pasar la vista, sino también de comprender las características y la naturaleza de su negocio y del mercado. Parecería como "¡un elefante en cristalería!"

Edwards Deming, especialista en incrementar la productividad por medio de la calidad, declaró que "La causa fundamental de la enfermedad de la industria americana y el consecuente desempleo es el fracaso de la dirección, que no dirige."

Deming señaló a la Dirección y al gobierno estadounidense de llevar "por el camino de la decadencia, opuesto al bienestar del pueblo americano", a la economía de Estados Unidos: "El fracaso de la gestión para planificar el futuro y predecir los problemas ha traído como consecuencia un despilfarro de mano de obra, de materiales, y de tiempo-máquina, todo lo cual incrementa el coste al fabricante y el precio que debe pagar el consumidor. El consumidor no siempre quiere subvencionar este despilfarro. El resultado inevitable es la pérdida del mercado. La pérdida del mercado genera desempleo. La actuación de la dirección se debería medir por el potencial para permanecer en el negocio, proteger la inversión, y asegurar los dividendos futuros y los puestos de trabajo al mejorar el producto y el servicio."

Este diagnóstico fue enunciado mientras la industria estadounidense perdía terreno en su propio país ante la producción industrial electrónica y metal-mecánica japonesas, cuyos productos no sólo eran de una calidad superior, sino más baratos que los estadounidenses, a pesar de los costos de traslado y de importación.

El éxito de los japoneses al respecto muestra que el modelo empresarial estadounidense lleva al desastre. Y es sencillo, si no se mejora la calidad, ¿qué se espera? Quien pierde de vista la regla básica de la necesidad "del análisis concreto de cada situación concreta" para comprender, y se pierde en "sus" modelos, lo quiera o no, tenderá a ser incapaz de dirigir, pues una persona sólo puede dirigir sobre lo que existe, y no sobre lo que se supone, pero que no existe. Y tú, ¿qué tan diestro eres para manejar cada situación que requieres dirigir?

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