Planes en tiempos de impunidad

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Cecilia OCHOA


Julio 18, 2018

Hace apenas tres días me di cuenta de que subestimé a Andrés Manuel López Obrador. Mi impresión sobre él ha ido cambiando estos últimos meses. Primero lo veía como el extremista de izquierda que no sabía nada de economía, ciencia o tecnología. Después, creí leer en él a un hombre de derecha disfrazado de izquierda para alcanzar el poder. Poco antes de las elecciones lo percibí igual que cualquier otro político que prometía un cambio, pero que no lo lograría ni para bien ni para mal. Ahora… no sé cómo verlo, por lo que he decidido esperar. Lo que sí puedo decir es que hay una constante en mi percepción: este hombre quiere pasar a la Historia. Parece un político que desea ser el Benito Juárez de nuestros tiempos. Lástima que nunca he creído en los héroes nacionales.

En mi opinión, se fabrica una imagen que le pueda agradar a todo tipo de ciudadanos. Basta con escucharle que quiere platicar con Anaya y Meade (aquellos de los que escondió su cartera hace menos de seis meses), pues está en un plan de reconciliación. También podemos voltear a ver a su esposa, de quien los medios ya están hablando y me da la impresión de que buscan que el pueblo simpatice con ella.

Andrés Manuel está dando mucho de qué hablar (casi demasiado). Hasta parece que México se ha olvidado de que el actual presidente sigue siendo Peña Nieto. En la conferencia de prensa que López Obrador dio a inicios de semana, presentó 50 puntos de su Plan de Austeridad y Anticorrupción. Hoy vamos a platicar de 4.

En el punto 6 toca la autonomía de la Fiscalía Anticorrupción y afirma: "el mandato que recibimos del pueblo […] consistió básicamente en confiarnos la apremiante tarea de acabar con la corrupción y con la impunidad". Señor López Obrador, por favor no minimice nuestras peticiones. Sí, estamos buscando el fin de esos dos males, pero también es esencial que nos ofrezca una mejor educación, oportunidades de desarrollo tecnológico y científico, un acceso más fácil a la cultura, mejores fuentes de energía. No corte esas necesidades de su discurso ni diga que "básicamente" sólo nos vamos a fijar en dos puntos, porque necesitamos que tenga claro que las dolencias del país van más allá.

En el punto 24 asegura lo que dijo desde principios de su campaña: quitar las pensiones a los expresidentes. Esta fue la declaración más aplaudida entre los asistentes de la rueda de prensa. Me sorprendió que la gente la festejara más que quitar fueros y privilegios a funcionarios públicos (punto 2) o la autonomía de la Fiscalía General (punto 4). Supongo que existe la creencia colectiva de que las pensiones de los expresidentes nos han hecho más daño que la impunidad. Sinceramente no sé qué pensar de este punto, culpo a todas las clases y cursos que tomé durante la carrera donde me convencieron de que todos los ciudadanos merecemos una pensión por el trabajo realizado. Sé que no se puede comparar las labores y privilegios de un presidente con cualquier otro trabajo, pero aun así creo que merece un análisis profundo. Tal vez de eso hablemos en la próxima columna.

El punto 28 me extrañó bastante: "no se puede asistir al trabajo en estado de ebriedad, ni tomar en las oficinas públicas"… Me asusta pensar qué ha causado que le dedique un punto a este tema. El punto 32 me causó risa, de esa que es para no llorar: "ningún funcionario, sin causa de emergencia, podrá ordenar cerrar calles, detener el tráfico o pasarse los altos o estacionarse en lugares prohibidos". ¿Entonces, antes de la presentación de este plan, estos personajes tenían permiso de hacer todo eso? Quiero pensar que no, pero vuelvo a preguntar: ¿qué tuvo que pasar para tener que dedicar un punto a esa declaración?

Por ahora queda esperar a ver si el plan pone en práctica y cómo los funcionarios van reaccionando a las medidas. No vaya a ser que haya un punto ciego en el que ellos puedan refugiarse.

*Actuaria egresada de la UDLAP

@ActMCecilia

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