La esperanza también nutre al alma

  • URL copiada al portapapeles

Laura ARIZPE


Agosto 06, 2018

Es un gusto tener la oportunidad de dar a conocer mi testimonio como coordinadora del voluntariado de Una Nueva Esperanza y expresar lo que para míha sido el retomás grande desde el inicio del proyecto.

En un principioacepté esta responsabilidad por apoyarel deseo de mi esposo de formar una institución sólida y comprometida que atendiera a un sector muy necesitado de la población; pero con el tiempo se ha convertido en una forma de vida que no cambiaría por nada.

Mi formación y educación, basada en valores familiares bien consolidados me hacían sentir la gran obligación moral de seguir a Francisco en el plan más importante de su vida. Y nunca imaginé lo que estaba sucediendo en mí, pues le he encontrado el verdadero sentido al camino que recorro díacon día y conforme la vidapasa,descubro que servir a los demás es lo mejor que me pudo ocurrir, me permite superarmeen el ámbito personal, locual agradezco infinitamente.

Siempre me pregunté qué rumbo tomaría mi vida cuando mis hijos dejaran la casa, ¿habría algo mejor que formar una familia y que verlos crecer y realizarse? Nuestra vida seguiría igual de sólida, disfrutaríamosde nuestros nietos, amigos y algunos viajes,pero nunca pensé adentrarme tanto en este sueño hasta el grado de hacerlo mío también.

No ha sido fácil, porque cuando asumí la responsabilidad de hacer sentir lo mismo a otras mujeres y contagiar la pasión de crecer --con el corazón y la compasión como únicas herramientas--, sentí un peso enorme.

Sin embargo, me di cuenta que conforme nos dábamos a conocer, creando confianza y sobre todo dejando que la mano de Dios actuara, Una Nueva Esperanzaempezaba a gestarse.

Durante estos casi 19 años de trabajo he tratado de profesionalizarme. Se puede aprender mucho de cursos, libros y conferencias, pero he descubierto que cuenta mucho la voluntad, el deseo de mejorar la calidad de vida, el cariño mezclado con alegría y convertido en el simple apapacho a estos pequeñitos y sus familias: eso basta para ver realizado el propósito de esta institución. Lo que uno da, siempre se regresa, y lo que yo recibo de ellos me llena de vida y me alienta a seguir adelante.

Cuando Adriana --nuestra primera niña-- se fue, me sentí desolada; pero sus padres me hicieron entender que estaban tranquilos porque se le había dadouna nueva esperanza.

En pocas palabras, he descubierto que la ayuda es mutua: ellos como ángeles aquí en la tierra y también en el cielo; nosotras, con el concepto firme y hermoso de ser voluntarias.

  • URL copiada al portapapeles