Martes 14 de Agosto de 2018

En entregas anteriores, hemos intentado describir el llamado proceso de urbanización de la sociedad humana, que ha venido desarrollándose desde tiempos inmemoriales, proceso que en épocas recientes se materializó en el surgimiento de ciudades y que en siglos recientes desembocó en el surgimiento de ciudades millonarias en habitantes, ciudades que llamamos metrópolis.

Apuntamos después que, si bien el proceso de urbanización ha sido visto como un indicador de progreso y avance de los habitantes de un cierto territorio, puede también argumentase que tal proceso está acompañado de ciertos efectos negativos que debemos conocer. En especial, el que al "urbanizarse" el hombre se ha desconectado de su medio natural cada vez más, y ello tiene implicaciones que pueden señalarse como catastróficas. En respuesta a ello, apuntamos entonces una lista de los actuales esfuerzos en algunas metrópolis del globo para combatir y revertir la desconexión del actual hombre urbano respecto de su medio natural.

Y si el problema de la desconexión no fuese suficiente, hoy interesa apuntar aquí un problema adicional que enfrenta hoy el habitante de cualquier metrópoli del globo. A saber, el de la necesaria coordinación de las autoridades metropolitanas.

Desde el surgimiento de la metrópoli londinense, la coordinación de las autoridades locales se vio como indispensable. Enfrentada a la falta de tal coordinación, la corona inglesa creó entonces para la metrópoli londinense un cuerpo de policía metropolitano, poco después una oficina de obras metropolitanas y finalmente, a mediados del siglo XIX, un gobierno unitario metropolitano.

En el pasado siglo XX, las metrópolis o ciudades millonarias se volvieron casi un lugar común y su gobierno y administración siempre ha sido un reto. Sucede que las metrópolis que surgieron y se multiplicaron desde el arranque del siglo XIX, lo hicieron extendiéndose sobre circunscripciones vecinas. Así, casi siempre devinieron pronto en ciudades multi-jurisdiccionales, es decir, en ciudades fraccionadas políticamente. Y el fraccionamiento político de cualquier territorio urbano, sea o no de tamaño metropolitano, obliga a la coordinación inteligente de sus múltiples autoridades locales. Ello, para asegurar el correcto funcionamiento del objeto que llamamos ciudad o metrópoli. Tal coordinación es necesaria e indispensable en materia de abastecimiento y distribución de agua, energía y recolección y tratamiento de desechos, trazo y construcción de vialidades, de transporte inter e intra urbano, de obra pública, de vigilancia y seguridad; en fin, de desarrollo urbano.

Y si ya en el siglo III a.C., a las mayores de las primitivas ciudades griegas las veía entonces Aristóteles como casi imposibles de gobernar, con más razón se ve ahora como un gran reto el gobierno de las ciudades millonarias en habitantes.

Una forma en que se ha enfrentado el problema metropolitano es, siguiendo el modelo de Londres, vía la creación de un gobierno metropolitano. Ello sólo ha sido logrado exitosamente en algunas metrópolis orientales (Tokio). El resto del mundo ha tenido que idear formas diversas para su gobierno, ello, según las características del entorno donde surge la metrópoli.

En países de herencia municipalista la resistencia de las autoridades no facilita la coordinación. En algunos países latinoamericanos, enfrentados al problema de gobernar o administrar las metrópolis se recurrió al expediente de asignar a alguno de los municipios donde se asienta la metrópoli, la categoría de alcaldía mayor. Este sería el organismo político gubernamental que regiría sobre las urbanizaciones contenidas en la metrópoli. Este modelo rige hoy en Bogotá y Cartagena, en Colombia, y Caracas, en Venezuela. En una futura entrega, veremos qué ha pasado en esta materia en nuestro país.

jesustamayo@prodigy.net.mx