Lunes 20 de Agosto de 2018

El 19 de junio de 2009, el chofer del taxi que me llevaba de la estación de autobuses al centro la ciudad encendió la radio. Un programa de noticias reseñaba la queja de una vecina de San Pedro Cholula, que apuntaba que el gobierno había construido una nueva unidad deportiva enfrente de su casa, pero que no se la permitía asistir allí porque el deportivo estaba localizado dentro del municipio de San Andrés Cholula, y se preguntaba: "¿No todos somos poblanos?", y proponía la construcción de otro deportivo, pero esta vez en San Pedro.

Este tipo de historias se repiten a lo largo del país.

La obra pública urbana, siempre localizada al interior de una cierta circunscripción político-administrativa, tiende a ser capturada por los políticos locales, quienes la presentan como fruto de su trabajo frente a sus electores; por su parte, frecuentemente los habitantes la ven como una concesión a (o resultado de su "lucha" por) su entorno y no desean compartirla con "extraños" (y para estos efectos, los habitantes del barrio o municipio vecino serían vistos como externos y competidores).

Estos conflictos son comunes en áreas urbanas que viven un proceso de "metropolización", es decir, en ciudades que se extienden por más de un municipio.

En estas ciudades, su buen gobierno o gestión, su funcionamiento, depende de la acción y, frecuentemente, de la coordinación inteligente, de las diversas autoridades que gobiernan estos territorios urbanos "multi-jurisdiccionales".

El área urbana de la Ciudad de Puebla de tiempo atrás se ha desbordado se ha extendido por sus municipios vecinos; hoy lo hace sobre Amozoc hacia el oriente y sobre Cuautlancingo, San Andrés y San Pedro Cholula hacia el poniente. Hacia el norte se extiende e invade hoy varios municipios del Estado de Tlaxcala, los más relevantes: San Pablo del Monte y Zacatelco. La Ciudad de Puebla es hoy así un territorio multi-jurisdiccional, es el núcleo de una zona metropolitana inter-estatal.

Pero una ciudad, una metrópoli como Puebla, o bien cualquier ciudad, grande o pequeña, es una unidad funcional y demográfica que debe ser vista, planeada y administrada como tal. Las vialidades y los servicios municipales, es decir, la vigilancia, la recolección y disposición de desechos sólidos y aguas residuales, etc., se planean y ejecutan considerando la ciudad como un todo, no con visión parroquial o barrial.

Cualquier obra pública es un bien común, un bien de consumo colectivo, son bienes colectivos que ?aunque los usamos o aprovechamos individualmente? no se los pueden pensar propios las autoridades locales o los vecinos cercanos argumentando diferencias territoriales. Los límites municipales son sólo fronteras administrativas, útiles para efectos censales y político-electorales, pero no para la convivencia y el desarrollo de la vida cotidiana de la población.

El celo localista puede ser excesivo. Hace unos años, como funcionario del Estado de Hidalgo, nuestra tarea era planear y construir tele-bachilleratos (una versión estatal de las conocidas tele-secundarias).En las localidades rurales de Hidalgo, las comunidades competían entre sí por este tipo de instalaciones educativas. Eran tan celosas que algunas llegaban al extremo de no permitir a sus hijos inscribirse en el nuevo plantel si éste finalmente se localizaba en una localidad vecina.

La vecina de San Pedro tenía razón. Todos los habitantes de la metrópoli de Puebla son ciudadanos poblanos, vivan en Puebla, en San Andrés, en San Pedro o en Cuautlancingo (o en San Pablo del Monte, inclusive), pues se trata es bienes públicos.

Habrá que imbuir a nuestras autoridades y a nuestros ciudadanos la idea de que toda ciudad (inclusive las fraccionadas políticamente) es una unidad funcional que todos construimos y que a ella nos debemos. Todos los habitantes de una ciudad o de una metrópoli compartimos los servicios municipales, buenos o malos (más nos vale que sean buenos).

jesustamayo@prodigy.net.mx