El mágico taquito de sal

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Martín CORONA


Agosto 23, 2018

Hablar de nuestro país es evocar una gastronomía impresionante por sus texturas, colores, sabores, ingredientes y diversidad. Pocas veces nos detenemos para darnos cuenta que la vida del mexicano es eso que trascurre entre el desayuno, la merienda, la comida y la cena. Somos uno de los pueblos cuya cultura se gesta, desarrolla y alcanza sus más altos puntos en la cocina, pues pasamos días completos preparando delicias tales como el mole, los chiles en nogada y otros tantos platillos de temporada, además debemos tomar en cuenta que gracias a ello nuestra identidad está ligada por completo a la tierra. Nuestra historia como nación no podría ser tal como es hoy, en mitad de la globalización y de procesos económicos muy complejos, si no fuera por esa identidad tan cercana a nuestro maíz, nuestros aguacates, nopales, frutos, flores, raíces y hasta los insectos que conforman nuestra cocina.

Durante mucho tiempo, a lo largo de miles de funciones de cuenta cuentos, les he ido preguntando a los niños si conocen libros donde los niños coman taquitos, como ellos; cuentos o novelas donde los protagonistas disfruten de agua de jamaica, tamales y salsas. Y la respuesta en el 99% de los casos es no.

Es por eso que hoy celebro la aparición de un libro extraordinario: Antolín y el taquito de sal de Rebeca Orozco. Nos cuenta la historia de un niño que, en los albores del siglo XX, descubre su pasión por la cocina y las circunstancias lo llevan a necesitar de su propio recetario. ¿Cómo un niño de familia humilde que sueña dejar de ser un pinche (ayudante de cocina) logrará su objetivo? Sin duda con mucha inteligencia, valor y valorar lo que tiene alrededor.

Antolín, por su época y su forma de vida, no piensa que un recetario sea ese fastuoso libro de fotografías, ingredientes impronunciables y procesos complejos basados en herramientas de cocina dignas de un joyero. Por el contrario, Antolín se da cuenta de algo que muchos mexicanos aún no hemos descubierto: la enorme riqueza de nuestra cocina.

Así que decide hacer un viaje por todo el país, durante el cual irá recolectando anécdotas, aventuras, amigos y, sobre todo, sabores, colores y muchas recetas que la gente con toda una vida de experiencia y saberes le irá compartiendo.

Este libro de Rebeca Orozco nos regala ese entusiasmo y cercanía que encontramos en novelas del tipo Como agua para chocolate, sólo que enfocado a la mirada infantil de dos hermanos que recorren un mundo nuevo y abierto: el México de principios del siglo XX.

Así, al igual que nuestras mamás o las abuelas nos van platicando anécdotas mientras preparan la comida, sin darnos cuenta vamos tomando agua de obispo, comiendo tamales de ejote, pozole y un sinfín de delicias que Antolín y su hermano Blas irán compartiendo con sus lectores.

Nada hay más importante para un niño que entender su propia cultura y, en los últimos años, nuestros niños y jóvenes pasan más tiempo pegados a las pantallas que mirando lo que hay a su alrededor, es por ello que libros como Antolín y el taquito de sal reconcilia nuestra identidad con la tierra, mediante una cocina que todos hemos conocido de una u otra manera; ya que sin importar la cantidad de años, recursos e influencias los mexicanos desde muy corta edad seguimos comiendo tacos, tamales y toda clase de manjares que vienen desde el mundo prehispánico y la colonia con sus adaptaciones al mundo actual. Si desde la más corta infancia nos sabemos parte de nuestra tierra viviremos cercanos a ella, orgullosos y atentos de nuestra comunidad, y la cocina es una manera muy bella de sentirnos y sabernos mexicanos.

Pocas veces encontramos una novela destinada a los niños que los adultos podamos disfrutar tanto, en este libro acompañado de ilustraciones muy divertidas que retratan de manera colorida nuestro país, vamos recorriendo con enorme gusto los paisajes gastronómicos de muchas regiones de México.

Rebeca Orozco tiene mucha experiencia en narrar para los más pequeños, por ello en esta novela encontramos constantes de su obra: su profundo cariño por México y su historia, además del gran acierto que es vincular a nuestros niños a su país por medio de la tradición más importante y generosa de Mexico: la cocina.

Acompañemos a Antolín en este viaje maravilloso que comienza con un objeto mágico único y novedoso: el Taquito de Sal, sí ese mismo que a todos nos ha puesto en la mano alguna abuela, tía, mamá o, al menos, la señora de las tortillas.

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