El rompecabezas del recuerdo

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Josué TELLO


Agosto 31, 2018

Corre el año de 1999 y por las calles de Argentina se preguntan dónde está escondido / ese recuerdo tan preciado / qué parte de tu cuerpo guarda todo olvidado / por qué estás tan cansado / no ves que sos pendejo / dejá de complicarte / que ya estás casi muerto… de Los Fabulosos Cadillacs; River Plate se corona campeón del torneo apertura de la primera división y su delantero Javier El conejito Saviola es el máximo goleador con 15 dianas, superando a unos tales Martín Palermo, José Antonio Pizzi y Diego Alonso; es el último año del siglo y un joven de veintidós años de nombre Andrés Neuman es seleccionado finalista al Premio Herralde de Novela por su obra llamada Bariloche. Como el cambio de siglo, el futuro es incierto.

Demetrio Rota es una persona que disfruta hablar de fútbol pero otros días prefiere estar callado como sucede en las madrugadas cuando recorre las avenidas principales de Buenos Aires para recoger la basura mientras lleva puesto un traje fluorescente que se quita cuando sale del trabajo y llega a casa para pasar las tardes que se prolongan hasta la noche por el insomnio y es por eso que arma rompecabezas del lago Nahuel Huapí que se ubica en Bariloche y a Demetrio éste lugar le trae sentimientos apuestos a los que el paisaje pudiera provocar a cualquier otra persona que los recuerde y eso se debe a su pasado familiar.

Basta saber qué atrae a los protagonistas, qué los hace reír, qué los atemoriza, su relación con el lenguaje, para sentir la pulsión de una realidad entera, escribió Sergio Pitol hace unos ayeres; Andrés Neuman logra en Bariloche transmitir al lector esa atmosfera que rodea a los personajes que viven de su pasado y mantiene su presente hecho añicos; porque a pesar de vivir en una relación de amor, adulterio y amistad, ninguno se salva de la vida con la que tienen que cargar por el resto de sus días.

El Negro es un recogedor de basura de las calles de Buenos Aires y también usa un traje fluorescente que solamente se quita para ir a su laburo porque así le dice el Negro a segundo trabajo ya que su manera de hablar se basa en argentinismos y es tan normal que pide cafeses y sangüiches en aquel bar feo y barato que se encuentra al final de la calle Bolívar y que el Negro visita con Demetrio Rota para desayunar y hablar de sus dos hijos y de los juegos de local de Boca Juniors porque el Negro asiste todos los domingos a La Bombonera con sus amigos pero menos con Demetrio y el Negro siempre lo invita y Demetrio no va porque aprovecha para ir a coger con Verónica que es la esposa del Negro. 

Bariloche está compuesta de capítulos cortos: sesenta y cinco son los que dividen las ciento sesenta y nueve páginas, esto hace una lectura ágil. Cada capítulo tiene identidad, lenguaje: desde el narrador que utiliza un español universal –digo universal para no decir neutro a la mexicana pero sin mexicanismos–, hasta páginas cargadas con argentinismos y donde cada una tiene una función específica: identificar a los personajes y narrador, hacerlos propios, nuestros, y adentrarse a la atmosfera. A esto se suma otro recurso importante: Neuman construye los recuerdos de Demetrio a través de rompecabezas que son armados con imágenes poéticas. Carajo, ahí les va una pieza: La corteza en los troncos, ancestral, parece el testimonio único del tiempo entre tanta agua eterna y tanta flor que muere bella.

Verónica tiene una cabellera negra y brillante y la mueve mientras habla como lo hace con sus labios gruesos que dibujan muecas en el rostro y sobre decir que ella conoce los atractivos que posee porque con esos y la mirada lacerante conquistó a Demetrio con quien coge y fuma y esto a ella la empodera pues el Negro le exigió hijos y tuvo que parir y joderse porque la maternidad la dejó sin trabajo y por los suelos y es por eso que a la menor provocación le arma quilombos al Negro y también a su amante Demetrio Rota porque ella busca estabilidad y Demetrio no la tiene y escapa y abandona a Verónica cuando ella más lo necesita y Verónica ya no puede con eso y le dijo que no soporta haberle dado algunas cosas que ni siquiera le dio a su marido y es triste porque lo escribió en una carta que no sabe si leerá Demetrio porque después de meses de relación éste ha desaparecido.

¿Qué estamos dispuestos a olvidar? ¿Y a recordar? La memoria siempre juega con ventaja, de local. Demetrio, el Negro, Verónica y los otros personajes de Bariloche nos guían a los recuerdos semejantes a los nuestros: ese pasado compuesto de piezas inteligibles, aunque las hayamos creído en el extravío. Para ellos, el recoger basura de las calles pareciera ser lo menos preocupante; lo pútrido, en sus vidas, no es lo que levantan sino lo que emanan. Neuman ofrece al lector pistas para la construcción de estos personajes así como de nosotros mismos. Como en todo rompecabezas, se necesita paciencia.

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