Cambio climático, pesadilla ambiental y socioeconómica del siglo XXI

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Alberto JIMÉNEZ MERINO


Septiembre 02, 2018

Una revisión de las estaciones meteorológicas de Puebla indica que la canícula 2018 ha sido la más seca desde 1941 y, este mes de julio, tuvo un faltante de lluvia de casi 100 milímetros, siendo éste el más seco desde el año 2005.

Ya hemos tenido varios anuncios relacionados con la alteración de los fenómenos meteorológicos: lluvias adelantadas, granizadas, heladas fuera de temporada, lluvias intensas de corta duración, mayor actividad eléctrica, ciclones y huracanes, sequías y nevadas.

Los ciclos naturales que le dan viabilidad al mundo están alterados y, en mucho, se relacionan al uso tan intenso de combustibles derivados del petróleo que generan bióxido de carbono, un gas que al ser más abundante de lo normal en la atmósfera, atrapa los rayos térmicos y el calor que estos generan provocando un aumento de la temperatura cercano a los dos grados centígrados a nivel mundial.

Esta situación se ha agravado con la pérdida de la vegetación, la desaparición de bosques y selvas que ayudarían a atrapar el bióxido de carbono. La pérdida de vegetación provoca erosión del suelo y en consecuencia se reduce la capacidad de éste para retener agua lo que da lugar al agotamiento de los acuíferos.

El crecimiento de la población demanda una mayor cantidad de agua y recursos naturales tales como los productos forestales. Por eso, no es raro ver como cerca de los pueblos y comunidades ya no hay árboles, ni fauna ni manantiales.

Pero además, esa población generó aguas residuales y residuos sólidos. Si hay consumo de agua, por consecuencia hay aguas sucias que, al no sanearse, provocan inconvenientes contra la salud, el medio ambiente y la economía de las regiones.

Los residuos sólidos producidos en cantidades de un kilogramo por cada mexicano por día son hoy la causa de que, en el mar la cantidad de peces tienda a igualarse con la cantidad de basura. Cuando no hay centros de confinamiento de la basura, su principal destino son las barrancas y los ríos en detrimento de la calidad del agua y las especies acuícolas que también sufren ya de sobreexplotación pesquera. 

Actividades agropecuarias como la agricultura tradicional de mucho movimiento innecesario de tierras, altas cantidades de agroquímicos, la quema tradicional de la caña de azúcar para facilitar su cosecha o el pastoreo incontrolado de ganado en los montes y sobrepastoreo de los pastizales, también están haciendo su parte en el deterioro ambiental.

Hay quienes señalan que necesitamos ya otro planeta porque este se está acabando. El pago por afectaciones derivado de fenómenos naturales se ha incrementado por siete de los años 60 del siglo pasado a la fecha.

Pese a lo anterior, el cambio climático no forma parte aún de las políticas públicas prioritarias en México. Tampoco lo veo en las agendas políticas de los partidos y, aunque no he tenido acceso a ver las agendas legislativas del Congreso de la Unión que inicia, dudo mucho que ello ocurra a juzgar por las prioridades tradicionales.

Para mitigar o revertir la situación de deterioro ambiental que enfrentamos, necesitamos importantes programas de reforestación para recuperar la cubierta vegetal más rápido tal como lo es la vía aérea con semilla recubierta, utilizando drones, para rescatar las cuencas y promover la recarga natural de acuíferos.

Asimismo, es necesario impulsar áreas de exclusión del pastoreo y acciones de tecnificación básica ganadera para elevar la productividad sustentable, así como programas de praderas y rehabilitación de pastizales; apoyar a programas de captación de lluvia para la recarga artificial de acuíferos en las partes altas de las cuencas.

Se debe promover también la agricultura de conservación para la recuperación de suelos, la capacidad de retención de agua y elevar la productividad en zonas de temporal.

De igual forma, se debe apoyar la cosecha mecanizada de la caña de azúcar así como eliminar la quema con aprovechamiento parcial de subproductos; fomentar también la producción y uso de energías limpias tales como eólica y solar, entre otras; tratar y reusar las aguas residuales que permitan revertir la contaminación de acuíferos; clasificación y reutilización de la basura para garantizar ríos limpios.

Pero, posiblemente lo que más se requiere, es tener conciencia ambiental y voluntad política para proteger los recursos naturales de las futuras generaciones.

 

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