Ángeles angelopolitanos y otras transgresiones

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La fundación de Puebla hecha por Ángeles es hermosa leyenda. Tradición que surgió, no por falta de la memoria escrita (por cierto, patrimonio de la humanidad), sino para completarla y hasta contradecirla porque apareció desde los mismos años de la propia fundación. Lo comprueba, dirían los cronistas del siglo XVIII, Bermúdez de Castro y Echeverría y Veytia, el escudo de armas de la ciudad otorgado apenas unos años después, y en cuya heráldica dos ángeles urbanistas trazan desde el aire sendas de la ciudad y le erigen torres. Mientras abajo corre el agua de río; arriba, ingrávidos flotan los símbolos reales de Carlos V. Todo descrito según nuestras más confiables memorias.

Sin embargo, a partir del borrascoso y patriota siglo XIX, nuestra cultura laica transformó a los ángeles en iconos de libertad, igualdad, sabiduría o agricultura; lo hizo con propósito profano de afirmar nuestra misión en la tierra. Es más, para que no quedara duda, el romanticismo les dio a los ángeles forma de seres femeninos, bellos rostros y acentuados senos. El posromanticismo hizo más…erigió a la diosa Atenea como protectora de "las épocas oscuras". Esta profanación de mitos e imaginería popular sólo reforzó la idea de que una Puebla sin ángeles era inimaginable; así proliferaron abundantes figuras bucólicas de estilo neoclásico o modernista en cornisas, falsos plafones y portones, con lo cual, no parece error de la lengua el decir: las ángeles de Puebla. Cierto que parece extraño que en nuestra iconografía abunden los ángeles y las ángeles, pero quién podría probar lo contrario… la respuesta lógica es: quien no conoce Puebla.

Ángeles, siempre ángeles: barrocos, neoclásicos, románticos. Incluso ángeles de alas retorcidas, como el ángel custodio (de Sebastián) de color amarillo, gigante, y posmodernista.

Ángeles de cuerpo y alma: de cara sucia como los niños de la calle haciendo machicuepas en las esquinas o tragando fuego; o, las ángeles como la inalcanzable diva divina: Ángela Peralta, quien sin ser de aquí (o no sé bien) por cantar como los ángeles ante un rey de Europa mereció el nombre de una calle en Puebla; ángeles incansables de creatividad como Ángeles Mastretta, o inconmensurables como nuestra Ángeles Espinosa Yglesias, de memoria eterna.

Ángeles bucólicos, traviesos, sonrientes; blanquecinos como los del plafón del Salón de Cabildos del Palacio Municipal. Ángeles exterminadores (no por cierto de Buñuel) como los que penetran las políticas públicas, la economía, la sociología y las ciencias de la comunicación… enemigos simulados de las letras griegas y latinas. Ángeles excéntricos y aguerridos como los de Cristóbal de Villalpando, cuyos trazos barrocos creo recordar haber visto en el altar de los reyes en la catedral de Puebla, en la capilla del fondo a la derecha de la catedral de México y a la izquierda del brazo derecho de la planta de cruz latina del templo de San Pedro Cholula, ¡si el ángel guerrero san Miguel!... Y luego, la voz angelical de Ivonne Resek, siempre vestida de negro… o la de Ángeles Limón Zamora cuya elocuencia era capaz de hacer revolotear las volutas blancas de sus bóvedas de arista pintadas de azul cobalto del salón barroco del edificio Carolino… Ángeles confundidos como los de Lorenzo Zendejas, o del Mixtequito, cuyos lienzos virreinales abundan en los templos católicos de Puebla y Tlaxcala o entre las colecciones privadas como las del insigne Francisco Pérez Salazar; y al cabo más confundido yo por haber perdido noticia de aquella diva poblana; angelical, de ojos claros y serenos, cuyo nombre reservo (Viky Ponce Loranca, soprano y mi maestra de matemáticas, te deseo salud).

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