Las partículas elementales: la poética del fatalismo

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José Rogelio HERNÁNDEZ


Septiembre 04, 2018

Michell Houellebecq, poeta y narrador de origen francés, muy criticado y controversial, es el creador de una muy compleja y a su vez irónica novela titulada Las partículas elementales (primera edición mexicana, Anagrama, 2016) misma que nos lleva a través de un sendero caótico, lleno de reflexiones acerca de la vida, valiéndose de elementos científicos como metáforas para ejemplificar las relaciones humanas, pero que sobre todo, traza la complejidad de una sociedad que realmente no comprende las pasiones que hacen ser al hombre una máquina de deseos superfluos y efímeros.

Las partículas elementales, nos muestra un panorama crudo a través de dos personajes, Michel Djerzinski y Bruno Clément, quienes son medios hermanos, engendrados por una madre que, en su andar por la vida, experimenta la revolución sexual e ideológica de fines de los 50 y principio de la década de los 60, que tuvo su génesis en los Estados Unidos, y que rápido se propagó por todo occidente. Este hecho es un tópico importante en la novela, pues la vorágine de ideas revolucionarias, plasmadas en los movimientos contraculturales, de libertad y pacifistas, son parte del contexto en el que se desarrolla parte de la novela: El consumo libidinal de masas de origen norteamericano, se extendía por todo Europa occidental (…) el conflicto ideológico, latente a lo largo de los años sesenta, estalló a comienzos de los setenta (..) la opción hedonista-libidinal, recibió un poderoso apoyo de los órganos de prensa de inspiración libertinaria. (Págs. 56-57)

Michel Djerzinski es un biólogo muy desinteresado en la vida, y que, sin embargo, gran parte de su tiempo lo pasa tratando de comprender cómo es que el hombre necesita de las relaciones humanas para poder encontrar un sentido a la existencia, y es esta incomprensión lo que le lleva a ser un hombre que vive y muere en la soledad. Por otro lado, su medio hermano, Bruno Clément, es un literato fracasado, adicto a la pornografía y al sexo, pero que, además, a nivel personal, es incapaz de mantener relaciones afectivas de larga duración, esto debido a su inestabilidad emocional.

La radiografía de los personajes es complementada con una rápida cronología de sucesos que transcurren en la infancia de éstos; mientras que la vida de Michel transcurre con naturalidad, siendo éste un alumno ejemplar, Bruno es abusado y violentado, sufre de terribles injusticias, mismas que son detalladas y narradas de manera muy grotesca, a veces casi escatológica, pero que además rayan en lo erótico.

Michel Houellebecq es creador de una prosa que tiende a la exageración y lo explícito, es común dentro de la narrativa del escritor, una manera de llevar al límite a los personajes, ficcionando de tal manera la realidad, que como lectores no somos capaces de advertir falsedad, puesto que cada uno de los elementos ideológicos justifican las acciones y refuerzan los planteamientos del autor y sus personajes.

Los arquetipos mutados, o mutación metafísica, como lo podemos leer en el prólogo, son una recurrente en las novelas de este escritor, es decir, las transformaciones profundas en la ideología del hombre, mismas que ejemplifican de la manera más objetiva posible (aunque esto sea una labor imposible) los cambios de paradigmas que se experimentan a partir del siglo XX con los procesos culturales que nos han llevado a configurar de otra manera nuestra cosmovisión del mundo en el plano político, filosófico, religioso, científico, etcétera.

Las partículas elementales, novela narrada en tercera persona y que experimenta cambios de ritmo mediante la alternancia de sucesos pasados, es, sin duda, una obra que nos lleva a reflexionar acerca del hombre y sus temores a través de un profundo sarcasmo, así como de la libertad por medio de una vida nihilista. Lo absurdo de las acciones humanas, el deseo, la concepción de la muerte, el erotismo como móvil de la especie y la fatalidad, finalmente, plasmada en el desdén del hombre ante la vida; el desasosiego de una especie que se desmorona a la misma velocidad que su progreso intelectual.

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