Martes 02 de Octubre de 2018

Nuestro Estado de Puebla es bello y muy bellas son muchas de sus regiones. Su capital, nuestra Puebla de Los Ángeles, ha recibido innumerables elogios por su historia y por su arquitectura, pero algunas ciudades del estado también merecen ser reconocidas por su historia y por su arquitectura. Es el caso de Atlixco, bella ciudad cercana a la capital, a la que hoy esta nota rinde homenaje recordando algunos datos que seguramente son bien conocidos por cualquier poblano.

La región donde hoy se asienta Atlixco, ciudad ésta bendecida por su clima y por sus suelos, es muy fértil incluso en nuestros días. Así, se presume que desde tiempos prehispánicos ya se sacaba provecho agrícola de sus tierras. Se nos dice que fue con la fundación de Puebla en 1537 que pronto se hizo notar la ausencia de tierras de cultivo y de dehesas al interior de la capital. Las dehesas (del latín defesas) o vallados, las hacían los primeros pobladores en la reconquista para proteger a sus rebaños alojados en ellas. Fue así que se vieron obligados a dotar de tierras de labranza en la periferia de la capital y lejos de ella a la población indígena local. Así, surgieron los primeros asentamientos formales en lo que hoy son Atlixco, Huaquechula y Tochimilco. Pero las espléndidas tierras del Val del Cristo, lo que hoy es Atlixco, pronto fueron codiciadas por los españoles, quienes despojaron a los indios del Val y le renombraron como Villa de Carreón, aunque al final del día se impuso el nombre indígena original.

Todos sabemos que desde fines del siglo XIX Atlixco fue asiento de importantes actividades industriales, particularmente floreció aquí la actividad textil. De esos años datan las fábricas La Concha, La Carolina y El Carmen. Ya en los primeros años del siglo pasado llegaron a Atlixco las grandes fábricas Metepec y El León, que se asentó a un lado. Ambas fábricas dieron carácter a la actividad textil local, cuyo aliento llegó hasta mediados del siglo XX. Algunos locales opinan que, por esos años, la ciudad de Atlixco era ya más importante que la misma capital del estado. También de esos años, la actividad local explica la actual conectividad de Atlixco que aún hoy es envidiable.

De esos años dorados también data la enorme cantidad de edificios públicos y religiosos, cuya arquitectura embellece hoy la ciudad. Un conteo a vuelapluma de estos -cuya construcción data de los siglos XVIIy XVIII- nos dice que hoy es posible admirar en la localidad: 4 edificios conventuales, 5 templos, una capilla y un edificio parroquial, así como, de esos años, una estación de ferrocarril, el panteón o cementerio local, el monumento a Nicolás Bravo, un hospital y un Palacio de Justicia, éste situado en la Plaza de Armas.

Bien puede usted programar una mañana de recorrido por la ciudad y admirar las construcciones barrocas y neoclásicas de esos años.

A mediados del siglo XX la actividad textil declinó, pues el principal industrial local tiró la toalla en su lucha frente al sindicalismo irresponsable de la época. Atlixco dejó súbitamente de ser un importante productor textil y poco a poco regresó a su vocación agrícola, que le había también distinguido, pero esta vez descubrió en la florística un nicho de mercado que a poco lo ha consolidado como importante productor de flor para los mercados nacionales e internacionales. La flor es el producto agrícola local de más valor en las estadísticas económicas.

Por otro lado, el último domingo de septiembre se celebra el Huey Atlixcáyotl, la fiesta de agradecimiento al final de las cosechas, antiguamente a Quetzalcóatl, o sea a la fuerza germinadora de la tierra y hoy fundida con la festividad a San Miguel. Este año algunos de ustedes ya no llegaron, pero no dejen de asistir el año próximo.

jesustamayo@prodigy.net.mx