II Una pieza sin destinatario

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Josué TELLO


Octubre 09, 2018

Querida lectora y lector, tengo que confesarles lo siguiente:

No sé si existió Mariana.

En dos mil dos, el siglo veintiuno fue un hecho. La humanidad no se extinguió como se temió al finalizar los años 90s; pero el ser humano siempre busca la manera para vivir al borde de la aniquilación y crear miedos es nuestro pasatiempo favorito, esos que mantienen en riesgo nuestra existencia. El enemigo de tuvo nombre y apellido: revolución tecnológica. Ahí vi un área de oportunidad, gracias a la tecnología mantuve comunicación con Marina, a quien le escribí todos los días -en realidad, cuando digo días me refiero a noches, porque, como le dije una vez por correo electrónico: Uno no ama la noche, sino sus atributos-. El insomnio e internet fueron mis mayores aliados. Ahora que lo pienso quizás fueron los desvelos los que me hicieron crear a una mujer inexistente; pero releo los mails y puedo asegurar que sí existió.

En aquellos años Paula, mi hermana mayor, comenzó a fumar marihuana y a tener relaciones sexuales. Mamá fue tolerante con Paula para evitar que se fuera a vivir con su novio. Bajo esa amenaza diaria vivieron nuestros padres. Mariana supo lo que pasaba en mi casa, pero nunca tomó una postura, nunca dijo nada. Una de las virtudes de Mariana fue el silencio, como sucede con John Grady en Todos los hermosos caballos; Mariana no me respondió los correos, eso también me hace pensar, ahora, que ella vivió en mi mente.

Les he escrito un par de párrafos y creo que es momento de presentarme, soy Net. Desde mi primer contacto con la tecnología quedé encantado; sigo pensado, como lo escribí hace ya dieciséis años: Nadar en la piscina se parece bastante a navegar por la Red. Es silencioso. Es fresco. Es fácil sumergirse. Y muy fácil ahogarse. Ay, qué tiempos aquellos; ahora, con las redes sociales, las cosas no han cambiado demasiado, pero no ahondaré en ese tema. Mariana supo todo de mí: desde la relación que mantuve con Cintia hasta las peripecias que pasaron mis padres en su relación catastrófica. Gracias al correo electrónico, nos acercaste más.

Hace unos días encontré una frase en un libro, era el último párrafo de El cuaderno de F. Kocher: La distancia siempre será una hoja en blanco. Cuando lo leí pensé en Mariana. Hubo una distancia con su silencio. Ahora hay una distancia con el tiempo. Alguna vez le escribí a Mariana: Los únicos que esperan a los alcances son los malos recuerdos. No sé si Mariana está en la categoría de mal recuerdo; pero Xavi sí. Xavi fue un amigo machista –todos los hombres somos machistas-:

"La diferencia consiste en que algunos intentan luchar contra su machismo intrínseco, mientras que los otros lo cultivan con entusiasmo. Con el tiempo, los primeros aprender a interpretar la otredad femenina, descubren grandes cosas acerca de sí mismo y suelen terminar casándose con una ama de casa. Los segundos se vuelven cada vez más recalcitrantes, involucionan en su identidad de género y a menudo se enamoran de militantes feministas."

Tenía que reescribir, para ustedes, este párrafo que le hice llegar a Mariana. Nunca supe si lo leyó, como todo lo que le escribí. Tampoco supe si dejó de responderme porque comencé a salir con Cintia, aquella joven que: No conseguí que me jurara fidelidad porque ella la consideraba una forma de dominio, de sostén del patriarcado y esas cosas. Y bueno, comencé a frecuentar menos el correo electrónico. Quizás las respuestas de Mariana se quedaron en la bandeja de spam que nunca revisé. 

Aquellos años fueron mi debacle y resurrección. Entre las cosas que aprendí se encuentra la prudencia; me dije que no iba a coger como lo hacía mi hermana en la casa: qué pena que todos te escucharan e hicieran como que no pasaba nada. A mí se me caía la casa de vergüenza cuando veía a mi hermana salir de su recámara con su novio.

Me reencuentro con el pasado a través de las cartas. Siempre he sido un lector férreo. Xabi compartió conmigo muy buenas lecturas; él leyó todos los libros que tenía en su biblioteca, yo sigo acumulando libros que no sé si leeré antes de morirme. Entre los libros que se encontraban en el suela de la recámara de Xabi estaba La sonata de Kreutzer, en realidad Mariana olvidó esta novela en casa de Xabi, eso sí, nunca supe si tuvieron algo que ver o por qué dejó allá; La sonata… estaba subrayada hasta el cansancio. Por las marcas en el libro interpreté los pensamientos de Mariana. Fue lo más cercano que estuve a ella después de su partida.

Si hablamos de partidas, la de mi padre fue la que menos pesó en casa; en realidad faltaba poco para que nos dejara. Pasaba más tiempo en el trabajo que con nosotros. No sé qué lo motivó a dejarnos por completo. Mi madre lloró poco por su ausencia definitiva. Mi hermana, por su parte, dejó al novio: esa relación se basó en demostrarle a mi padre que ella podría estar con quien quiera, cuando quiera y donde quiera; la ausencia de un eslabón volvió prescindible al novio. Qué bueno, siempre creí que era un pelmazo.

Ay, Mariana, Tanto ha pasado desde tu partida: el último mail que te envié fue después de campeonato de River Plate; esa temporada Boca Juniors, mi Boquita, fue tercero de la tabla. Creí que, con la salida de El conejito Saviola, River perdería eficacia en la delantera; pero llegó un tal Fernando Cavenaghi y la rompió. En fin, Mariana, si lees esto comunícate conmigo. Quiero descartar la locura.

Net, autor de esta carta, es el protagonista de la novela La vida en las ventanas, de Andrés Neuman. Los capítulos de esa obra están compuestos por correos electrónicos; la idea la tomó, pienso, de Ricardo Piglia, quien escribió: "[…] una de las ilusiones de mi vida es escribir alguna vez una novela hecha de cartas." Seré breve y agregaré dos cosas, la primera: lean a Neuman; la segunda: la literatura es un juego para engañar al lector y a uno mismo, escribió Enrique Vila-Matas. Creo.

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