Miércoles 24 de Octubre de 2018

 

La injusticia en cualquier lugar

es una amenaza para la justicia en todas partes.

Martin Luther King

 

El gobierno entrante, que será el responsable de la política exterior mexicana en los próximos años, deberá partir de una visión global, vanguardista y adaptativa, a fin de adecuarse a las condiciones actuales que estamos viviendo, especialmente en materia migratoria. Es fundamental reorientar los elementos clave con que cuenta el país para reposicionar su papel en el escenario mundial con una política exterior renovada y democrática.

México ocupa un lugar privilegiado geográficamente, pero también en las mesas de negociación internacionales; y se perfila como una economía emergente con todo el potencial para atraer las oportunidades de inversión y desarrollo de largo plazo. Aprovechar el cambio de gobierno como una coyuntura para reflexionar y revisar el proyecto de política exterior podría abrir una ventana de oportunidad más allá de nuestras fronteras. En un mundo globalizado, es preciso repensar la participación de México en el contexto internacional porque no solo debe limitarse la actuación del gobierno federal en la política exterior, es necesario incluir a otros actores que juegan un papel central en el diseño de políticas públicas, como son el Poder Legislativo, los gobiernos estatales y locales, así como la sociedad civil.

Esta es una gran oportunidad de integrar y formular una nueva y estratégica política exterior, que deberá plasmarse en el Plan Nacional de Desarrollo de la siguiente administración federal. Para que una democracia funcione, es necesario vincular los objetivos internos con los intereses nacionales y a su vez estos últimos con la política exterior (Chacón, 2013). México tendrá entonces importantes desafíos en su agenda global, concretamente en materia de derechos humanos, política migratoria (acorde con la nueva realidad internacional, bilateral y nacional), así como de seguridad interior y narcotráfico; entre otros. Para enfrentarlos, la siguiente administración deberá implementar políticas públicas compartidas que mejoren los problemas sociales que rebasan una soberanía nacional.

Sin embargo, debemos ser conscientes de los riesgos de su implementación, ya que la narrativa de Donald Trump, acompañada del envío de aviones no tripulados, la decisión de levantar un muro y criminalizar a los migrantes, no es un buen presagio de la futura relación bilateral y mucho menos la regional, condicionando su ayuda a países centroamericanos, a cambio de sus demandas.

Por último, no podemos omitir la reacción social provocada por la caravana de migrantes centroamericanos que arribó a territorio mexicano, mostrando una clara contradicción respecto a la posición del país al defender los derechos humanos de los mexicanos en Estados Unidos, en contraste con la defensa, el respeto y garantía de los derechos de los migrantes centroamericanos que se insertan en México en su intento por lograr el "sueño americano." De ahí que en días recientes hayan comenzado a circular varias interrogantes en la opinión pública: ¿nuestro país seguirá el mismo modelo de Estados Unidos con relación a Centroamérica? ¿cómo entender la conciencia mexicana cuando lucha por los suyos en Estados Unidos y no ve con esa misma perspectiva la situación de los centroamericanos que van de paso por territorio nacional? ¿qué debería hacer el Estado mexicano para enfrentar este problema y al mismo tiempo los asuntos domésticos estructurales? Reflexiones que mantienen a la sociedad civil polarizada frente a la caravana migrante, destacando signos de intolerancia, racismo, xenofobia y violencia, olvidando que además de nuestros propios problemas somos también un país de origen, tránsito, destino y retorno de migrantes. Por eso, ser empáticos no debiera ser una opción, sino la regla; es lo justo.

*Profesor de Tiempo Completo del Tecnológico de Monterrey

@floresm_mx

info@reconstruyendociudadania.org