Jueves 25 de Octubre de 2018 |
La carretera es de dos carriles y la vista es increíble: al fondo se observan los volcanes, el Popocatépetl y el Iztaccihuátl. Uno baja el cristal del auto contagiado por la presencia de los colosos enfrente, el cielo azul se torna más claro, la mañana del domingo no podía ser mejor, no se ve ni un solo auto que estropee la escena. La libertad es sacar la nariz por la ventana para respirar aire puro. Sin embargo, aquello que debería sentirse en el rostro como una sensación de liberación nos da la bienvenida a un mundo que está ahí afuera y que en ocasiones pensamos que nos es ajeno. El golpe que el olor de la basura nos revienta en la cara nos obliga a subir la ventanilla. Los basureros –o mal llamados rellenos sanitarios– están a la vista de todos pero nadie quiere percibirlos en toda su horrible majestuosidad. Sylvia Aguilar Zéleny ha construido una novela que se nos impregna en la piel y en el olfato: Basura. No es raro perdernos entre sus páginas y de pronto sentir que nuestro alrededor huele mal. Y es que es verdad: algo huele mal en este país. Publicada por la editorial Nitro Press en 2018, esta novela es una polifonía narrativa. Nos lleva de escenarios en la cumbre de un montón de desperdicios hasta el tuétano de un bar en el que travestis y transexuales nos enseñan muchos de los secretos que tienen en su oficio. Pero también apunta hacia la demencia de una mujer –Mayela– quien se ha hecho cargo de dos pequeñas niñas que han quedado huérfanas, que han crecido y que ahora velan por la mujer que les ofrendó su vida. El escenario es Ciudad Juárez en donde Alicia fue abandonada de pequeña y las vueltas de la vida la conducen a convertirse en la segunda de a bordo de uno de los líderes de los pepenadores. Don Chepe, un personaje al que nadie quiere y por el que nadie siente ninguna simpatía. Excepto Alicia. Esta multiplicidad de voces se irá entrecruzando para formar una serpiente narrativa que reptará entre los desechos, los que la sociedad todos los días desperdicia pero también entre los desechos humanos: los conflictos entre personas, el poder, los celos, la avaricia, los tabúes de la sexualidad mexicana tan proclive a censurar lo otro, lo distinto. Y etiquetarlo como "lo extraño", "lo ajeno". La apuesta de Aguilar Zéleny es construir una entramado de historias que se desborda de emotividad y de personajes que nos hacen tener mucha empatía en los fragmentos escritos en segunda persona. Ningún cabo queda suelto, es una obra redonda, que se resuelve con la insinuación de la escritora pero también con la intuición del lector. Es una novela que nos hace reflexionar sobre la forma en la que hemos creado nuestras zonas de confort. "Todos vivimos aquí sobre el mismo suelo, un suelo que huele a basura, que está relleno de basura, que es de basura. Este suelo, mire, acérquese, este suelo se fermenta en el verano, y ese olor, ése sí que te cae un poco gordo al principio; luego, luego se vuelve aire, el aire de siempre. No lo sientes". Basura explora una parte del feminismo que socialmente se oculta tras el velo de la cotidianidad: la maternidad. También es una novela que aborda el nuevo feminismo: la transexualidad. |