El regreso de la ultraderecha a Brasil y los retos para América Latina

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Tomás Milton MUÑOZ


Octubre 27, 2018

Las encuestas levantadas en los últimos días en Brasil revelan que durante la segunda vuelta electoral presidencial, que se desarrollará este domingo 28 de octubre, confirmará el triunfo del candidato de ultraderecha Jair Messias Bolsonaro, político que se ha manifestado en contra de las minorías, como la comunidad homosexual y los inmigrantes venezolanos, y en favor de la militarización del país y de un nacionalismo a ultranza que complicará las relaciones del gigante sudamericano con los países vecinos y el resto de América Latina.

Bolsonaro, un abierto seguidor de Donald Trump y de sus actitudes racistas y misóginas, ha logrado cautivar a la mayor parte del electorado brasileño con discursos excluyentes y radicales en los que promueve mano dura para atacar la delincuencia del país, reducir la edad penal y castrar a los violadores. También alienta la prohibición del aborto, el fin de las ideologías de izquierda y el resurgimiento de la economía brasileña a través de la reducción del gobierno, reformar el sistema de pensiones y la nacionalización de empresas.

Durante la primera vuelta, celebrada el 7 de octubre pasado, el candidato de ultraderecha, del Partido Social Liberal (PSL), logró más de 49 millones de votos, el equivalente al 46% de los sufragios totales, mientras que su más próximo competidor, Fernando Haddad, ex alcalde de Sao Paulo y representante del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), alcanzó apenas poco más de 18 millones, equivalentes a 29%.

A pesar de la contundente victoria de Bolsonaro el 7 de octubre no le fue suficiente para convertirse en el nuevo presidente de Brasil, ya que la ley electoral prevé que si ningún candidato supera el 50% de la votación se debe de realizar una segunda vuelta.

El apoyo masivo al candidato de ultraderecha, quien durante su carrera política se ha caracterizado por su homofobia y defender la dictadura militar padecida en el país carioca entre 1964 y 1985, sólo se entiende en un contexto caracterizado por las disfuncionalidades políticas vividas en Brasil en los últimos años, la polarización social, el desencanto con políticos de izquierda acusados de corrupción y el surgimiento de movimientos reaccionarios que desprecian a la democracia pero que la usan para lograr puestos en el poder.

Tras la destitución de la entonces presidenta izquierdista Dilma Rousseff, el 31 de agosto de 2016 -por medio de un golpe blando de Estado conducido desde el Congreso por fuerzas de centro-derecha y que le permitió a Michel Temer acceder a la Presidencia-, la institucionalidad democrática en el país se encuentra rota y la división social se ha acrecentado entre aquellos que apoyan las gestiones del Partido de los Trabajadores, de Luis Inácio Lula da Silva, y los que manifiestan su repudió a políticos izquierdistas acusados de enriquecerse y saquear las arcas del Estado por medio de casos tan sonados como las corruptelas ejercidas por la empresa constructora Odebrecht para ganar contratos al amparo del poder político.

Por su parte, el candidato de la izquierda, Haddad, tomó la estafeta del PT de última hora ante la imposibilidad de que el aún popular ex presidente Lula da Silva apareciera en las boletas debido a que se encuentra en prisión condenado a 12 años por delitos de corrupción. Las acusaciones y juicios en contra de integrantes de la cúpula del PT han sido un hándicap para el ex alcalde de Sao Paulo, y a pesar de que en la campaña presentó propuestas económicas y sociales progresistas y ha intentado unir a las izquierdas, los errores del pasado y la animadversión contra el Partido de Lula no le permitieron despegar entre el electorado.

Durante las presidencias de Lula da Silva (2003-2011) y la primera parte del gobierno de Dilma Rousseff, Brasil alcanzó un importante desarrollo económico, político y social, sin embargo el modelo se desgastó y se contaminó con las corruptelas, lo que favoreció el resurgimiento de los partidarios de la ultraderecha en un ámbito de confrontación, recesión económica y desencanto por parte de los electores que dejaron de creer en los políticos tradicionales y se abrieron a una opción radical y mesiánica.

De consumarse la victoria de Bolsonaro este domingo, será un duro golpe para la izquierda latinoamericana y confirmará el viraje hacia la derecha que se experimenta en las presidencias de países como Argentina y Chile. Además, supondrá un riesgo en muchos sentidos para la región, ya que la economía más importante de América Latina y con el ejército más poderoso y numeroso, será conducida en los siguientes años por un político que añora los regímenes militares violatorios a los derechos humanos.

Temas como la integración regional, a través del Mercado Común del Sur (Mercosur) y de la alicaída Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), así como la gestión de la migración internacional, especialmente la crisis venezolana, formarán parte de la política exterior del nuevo gobierno brasileño, y habrá que generar contrapesos en la zona para evitar que Bolsonaro promueva y contagie suultranacionalismo, xenofobia, racismo y homofobia en los principales mecanismos de la región.

*Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Profesor e investigador de tiempo completo adscrito al Centro de Relaciones Internacionales de la UNAM y profesor de cátedra en el ITESM Puebla.

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