Jueves 22 de Noviembre de 2018 |
Los sujetos que pensaron libremente lo hicieron porque estaban en profundo desacuerdo con la realidad que vivían José Pablo Feinmann
En los últimos años en las escuelas de educación elemental, pero principalmente en la educación superior, se ha apostado por una educación más tecnificada que permita a los estudiantes conocer con mayor rapidez cómo hacer uso de los instrumentos necesarios para poder obtener un empleo; es decir, se les ha dado prioridad a las materias operativas, aquellas que instruyen cómo y en qué momento apretar un botón de una computadora, sin que los estudiantes obtengan -en muchas de las ocasiones- la posibilidad de razonar esos movimientos que conocen a la perfección. Así, pues, se ha puesto en segundo término e, incluso, se han excluido las materias que permiten a los estudiantes razonar los conocimientos que se les están brindando. Por ello, se tecnifican las profesiones. En parte, este cambio se debe a que las universidades y las escuelas en general viven con la presión de que deben contar con un índice terminal que sea superior al de la competencia universitaria. Además, la ausencia de materias que permitan razonar el conocimiento se abona con el hecho de que, en alguna profesión, se establecen alternativas para titularse que no sean por medio de la investigación, es decir, sin la necesidad de elaborar una tesis, y se usan otros esquemas, como son el promedio alto en las calificaciones o los reportes de alguna actividad profesional. Por ello, la exención de una investigación abona a la ausencia del pensamiento en el conocimiento universitario. Además, las universidades deben competir en el índice de alumnos laborando, tanto en puestos que sean relevantes en empresas, como en la inmediatez para poder colocarse en un empleo una vez que se han finalizado con los estudios universitarios. Atendiendo a ello, las instituciones educativas se encuentran presionadas para excluir las materias que fomentan la reflexión, pues el ambiente sostiene que son materias obsoletas o, bien, poco entendibles y que no aportan para contar con personas técnicamente útiles para laborar. Así, observamos cómo muchos de los estudios universitarios se reducen en tiempo, carreras universitarias (que anteriormente eran de cinco años) hoy se encuentran reducidas a tres años e, incluso, a la mitad, atendiendo a la modalidad de cursos de verano, en donde incorporan lo que queda de aquellas materias reflexivas; también, a sabiendas de que algunas materias son meramente operativas, se desarrollan en cursos de dos meses o apenas cinco semanas. Todo esto sin excluir que en muchas de las ocasiones esas materias que existen para reflexionar son mal expuestas y preparadas, ya que las dictan profesores no aptos o sin la vocación para ello. Por lo tanto, esas materias quedan mal planteadas, mal desarrolladas y provocan, como consecuencia y lejos de que hayan sido de utilidad, el rechazo de los alumnos a esos temas que imparten. Alumnos que consideran superfluos o bien estériles tales temas y, por ello, los cambios de las materias en los estudios superiores son aplaudidos por los propios alumnos. Así, tenemos una realidad amarga: que los propios profesionistas no tienen la capacidad de reflexionar lo que mecánicamente están realizando, es decir, se han centrado en un trabajo meramente operativo; lo cual, en parte, es lo que el sistema exige de los profesionistas, sin importar el área de las ciencias en que se encuentren. Por ende, se trabaja por trabajar, se opera por operar y, desafortunadamente, se vive por vivir; todo lo cual hace que las personas, aun a pesar de los altos conocimientos con que cuenten, nunca reflexionen sobre sus propios conocimientos. Sin embargo, esto no le importa al sistema que gobierna actualmente, el sistema político y económico vigente; al contrario, es evidente que está fomentando día a día la manera de evitar que las personas sean reflexivas, ya que se convertirían en sujetos críticos del propio sistema, lo cual es un riesgo para la estabilidad que se requiere. Hoy, con tantos grados académicos con que se cuenta en las universidades, es paradójico que la instrucción sea la misma: ausente de reflexión. Por ello, nos rige el principio de úsese y tírese en la vida profesional y cotidiana: si no funciona, se tira y se comprar otro. Por ende, la reacción es así, actualmente, en cualquier ámbito profesional; y lejos de surgir profesionistas reflexivos para la sociedad, son útiles para ella en tanto que no pierdan su capacidad para operar, pues, de ser así, atrás ya está preparada una fila de nuevos profesionistas mejor capacitados técnicamente, pero sin pensar. |