Jueves 29 de Noviembre de 2018 |
El resultado adverso en una situación que se esperaba ocurriese bien lo conocemos como fracaso. En esta acepción hay matices pues aunque moralmente ese beneficio esperado aparentemente no llegue a buen puerto, en muchas ocasiones se obtiene un aprendizaje, con lo que la idea de fracaso se vendría abajo. Es decir, el resultado, aunque no es el esperado, sí nos deja una ganancia. Trato de explicarme un poco mejor con un ejemplo: imaginemos a una niña que está a punto de entrar a los 15 años, que vive en la frontera de nuestro país y cuya madre ha sido un elemento de fortaleza moral en su vida. Sin embargo, siempre ha soñado y ha sentido que le hace falta una figura tan importante como el padre, y medianamente la encuentra en alguien a quien le dice "tío" -porque éste así prefiere que le digan y no papá- y aun así, él aparenta no tener ningún cariño por ella. Este "tío", a ojos de la niña, es la pareja ideal de su madre. Hasta aquí va la historia del fracaso en su máximo esplendor. Hasta a mí se me estruja el corazón tan sólo en pensar que el "tío" prefiere ese título a ser llamado "papá", legándole un rechazo a la chica. La segunda parte de este ejemplo viene a cerrar mi argumentación inicial: no todo fracaso tiene que verse así si hay un aprendizaje. Justo en el día de la fiesta de la chica, cuando su "tío" y toda la familia están atendiendo a sus invitados se aparece un enorme oso, no uno de peluche que genera ternura en quien lo observa, sino un oso gigante hambriento, dotado de enormes garras y colmillos, que busca jambarse todo aquello que encuentre a su paso, entiéndase la comida que se servirá en la fiesta incluidas a las personas que servirán la comida. En este escenario, todo mundo correría a esconderse -ni me pregunte a mí, querido lector guajolotero, que por supuesto habría buscado un refugio donde el oso no me encontrara, y si no me cree, piense en lo que le pasó al buen DiCaprio en la película El renacido- todos menos el "tío" quien sacaría un rifle para cargarse al oso al otro mundo, pues desde hace tiempo tiene una deuda pendiente con el pachón animal. Entonces, esa imagen del "tío", que al inicio rechazaba a la chica, no sólo alcanzaría la cima de la admiración pues salvaría la fiesta, a los invitados y de paso el hambre que parecía haber huido también cuando el oso se acercó, sino que se dejaría de ser una historia de aspiración frustrada, de necesidad para llenar los vacíos emocionales de una niña de 15 años. En otras palabras, se convertiría en la complicidad del "tío" ahora convertido en chef al preparar un delicioso chicharrón de oso, guiñándole el ojo a su hija, quien llena de júbilo sentiría por primera vez el éxito aunque tuviera que celebrarlo en silencio. Toda esta historia de fracasos y humor es lo que componen el libro Chicharrón de oso y algunos cuentos del fracaso, de Ana Fuente Montes de Oca, quien con humor y fuerza creativa debuta con este libro publicado en 2018 por Tierra Adentro. El resto de historias que componen el volumen sigue la misma tónica, y por ello es un acierto conseguir este libro: mostrarnos una serie de fracasos en los que tenemos una enseñanza, no de orden moral pues Ana no se erige como una escritora moralista, sino una enseñanza que nos deja el humor: un vacío que desafortunadamente se encuentra en nuestra literatura nacional, y que se llenará cuando nos la risa nos explote en la cara para devolvernos nuestra más cruda realidad: la del fracaso… Que no lo es tanto porque se diluye con la dosis exacta de sarcasmo, humor negro e ironía.
Chicharrón de oso y algunos cuentos del fracaso (2018) de Ana Fuentes Montes de Oca. Fondo Editorial Tierra Adentro, México. |