III Viajar de espaldas

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Josué TELLO


Noviembre 30, 2018

En Mi madre, Richard Ford narra la vida de la mujer que le dio a luz y, para contar esa historia, debe investigar sobre su pasado: confiar en la memoria colectiva. «Mi madre», escribe Ford, «se llama Edna Akin y nació en 1910, en el lejano rincón noroccidental del estado de Arkansas, Benton County, en un lugar de cuya localización exacta no estoy ni he estado nunca seguro». Con esta frase inicia el libro y el autor norteamericano deja en claro que, a pesar de narrar la historia de su progenitora, no logrará escribir el retrato fiel sobre su madre porque: «no hay memoria suficiente para rememorar toda una vida y ponerla en orden, darle exactitud».

Otros escritores encuentran una alternativa en la novela para hablar sobre el pasado y aquello que se olvida pero que se debe escribir de algún modo; como sucede en Una vez Argentina donde Andrés Neuman a diferencia de Richard Ford, no tiene intención de contar los sucesos de manera cronológica ni utilizar la no-ficción, sino la de narrar la historia de su familia con pleno conocimiento de que la ficción es un recurso para llenar los vacíos de la memoria y poder dar saltos en el tiempo y espacio; incluso da la facultad de escribir sobre algo que ninguna persona lograría hacer si recurre a sus recuerdos: describir su nacimiento:

«Cuando nací, mis ojos estaban muy abiertos y, por desconocimiento del protocolo, no tuve a bien llorar. El médico me examinó al trasluz como si se tratara de una gruesa hoja de papel. Yo le respondí con otra mirada, supongo que curiosa. […] Era un mediodía de enero de 1977. El doctor Riquelme me encontraba demasiado sereno, teniendo en cuenta las circunstancias».

En las últimas páginas de La vida en las ventanas, novela en la que todos los capítulos están escritos como si fueran correos electrónicos, y anterior a la publicación de Una vez Argentina, el personaje-narrador Net escribe en un mail: «si el pasado se te adhiere a la espalda, por mucho que te vuelvas nos ves nada». Esta frase pareciera ser la génesis de Una vez Argentina cuya sentencia tiene continuidad al escribir en los primeros párrafos: "Voy a viajar de espaldas". Neuman deconstruye su pasado y lejos de hacer que el lector intente conocer su Historia, lo que busca es exponer la atmosfera en la que se encuentran esas primeras exploraciones del sexo, la violencia con la que adolescentes enfrentan la madurez, las incomprensibles promesas, la fractura familiar… porque las circunstancias detonan los recuerdos.

La memoria también incomoda. En uno de los ensayos que se encuentra en Viajes con un mapa en blanco, Juan Gabriel Vásquez afirma que escribir novelas es el arte de convertir los recuerdos reales en recuerdos inventados. El texto de Vásquez expone la postura hostil del gobierno turco hacia Orhan Pamuk cuando escribió en un periódico sobre la masacre de armenios en su país; Vásquez también recuerda la persecución a Salman Rushdie por haber escrito Los versos satánicos; en ambos casos la memoria jugó un rol importante: la reconstrucción de sucesos incómodos para el poder, «ese poder», que según Vásquez, «tiene y tendrá siempre la aspiración de contar nuestra historia, el papel de la literatura cobra una importancia brutal: la literatura se vuelve el espacio donde cuestionamos esa narración monolítica».

Aunque Una vez Argentina no es un libro de denuncia, sí expone hechos políticos que afectan a los personajes, a los familiares de Neuman: la Rusia zarista que obliga al bisabuelo del narrador a mutilarse para evitar el servicio militar en Siberia que, para quienes iban obligados y que pertenecían en su mayoría a familias humildes y judías, era una sentencia de muerte. O como le sucede a Silvia y Peter, tíos del narrador, que fueron levantados por equivocación, o no, tras el golpe de Estado de 1976 en Argentina; Silvia y Peter, después de correr con la suerte y ser liberados, por miedo se autoexilian en Europa. En la novela de Neuman hay rastros sobre feminicidios y desapariciones, sobre la guerra en las islas Malvinas, la impunidad y migración, la violencia.

Una vez Argentina fue escrita en Granada, España; y con este libro Andrés Neuman continúa con la remembranza que ocasiona la distancia geográfica y el tiempo; tanto Bariloche como Una vez Argentina generan la impresión de ser libros de un escritor que busca no olvidar su identidad, o bien, hacerse de una porque «la memoria recuerda, pero miente».

 

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