Astros desalineados

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En esta larga y confusa transición de poderes políticos –que por ahora involucra a todos los niveles de gobierno-, para sorpresa de los ciudadanos, y muy a pesar de que los nuevos ayuntamientos están ya en operación, se observa una especie de calma chicha que hace imposible por el momento cualquier tipo de alineamiento de objetivos de políticas públicas, lo que justamente debiera ser en esta situación la labor fundamental de arreglos, entre otras razones porque de ello depende básicamente la asignación de recursos públicos que -como sabemos- son motor con gasolina de los municipios, máxime en los lugares centrales de zonas metropolitanas, detonados ellos con recursos provenientes de los ramos federales, mediados por distribuciones estatales, llámense Ramo 33 o acceso a fondos de infraestructura, metropolitano, etc.

Para cada municipio esto reviste una importancia vital y, por tanto, lo primero que se hace es armar una maquinaria humana adiestrada en el arte de interpretar las reglas de operación y saber bajar recursos. Los expertos de estas habilidades son oro molido, pues sin ellos las arcas que podrían estar llenas, quedarían vacías y así paralizada la acción de gobernar.

Al paso, los estrategas deben de estarse quemando las pestañas, tratando de convertir en plan de gobierno las promesas de campaña y, por lo tanto, muy ocupados en separar lo posible de lo deseable, lo importante de lo urgente, las ideas de las creencias, lo de hoy y lo de mañana, el sonido del ruido, dado que tienen menos de 100 días para entregar a la luz su plan de gobierno.

Además, todo ello se agrava por el estado lamentable de lo que está ocurriendo con el cambio de gobierno del estado, de manera que los municipios no podrán alinear -justo a tiempo- los objetivos de sus autoridades con los del gobierno estatal. Ante tal desconcierto se verá que prometer y comprometerse para nada es lo mismo; se aprenderá que la popularidad sin dinero y sin proyecto entra en riesgo de desacreditarse rápidamente; riesgo por cierto que los politólogos advierten: la legitimidad ganada en las urnas tiene que ser reforzada con la legitimidad de los procedimientos administrativos, o lo que es lo mismo: que se puede ser buen candidato, pero eso para nada asegura hacer en automático un buen gobierno.

Lo cierto es que la coyuntura actual les indica a las autoridades de los municipios que los astros están desalineados. La situación es particularmente grave para municipios metropolitanos, ya que les será casi imposible encuadrar su programa en una visión o perspectiva así. Qué les queda, sino tapar baches mientras en la política grande se reconstruyen consensos mínimos. Pero no hay porqué desgarrarse las vestiduras; de hecho, hay por lo menos un decálogo de proyectos o acciones costo cero, o casi para evitar entumirse.

Va uno solo de ejemplo: las principales vialidades de Puebla que continúan el Centro Histórico…, tan pronto sales de él y ya se tiene un carril, el derecho, convertido en estacionamiento y cuello de botella… Al respecto se puede consultar la normativa, pero si hay vacíos, para eso está el Cabildo, para hacerse valer, ¿acaso no hay regiduría de Movilidad y Dirección de Tránsito? El caso es que sufrir movilidad por falta de decisiones es sadomasoquismo, más ahora que -por efecto de la nueva ruta del Metrobús- los automovilistas reaprenden a moverse.

Ejemplos malos sobran: las calles antes de salida a la recta a Cholula, la 2 Poniente, pasando el Paseo Bravo -por lo menos son 20 ejemplos- y qué tal la sincronía de semáforos que a cada cambio se promete; para generarse espacio de maniobra bastan voluntad política y conocimiento del territorio urbano.

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