Lecciones del editor Italo Calvino

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Efrén CALLEJA MACEDO


Diciembre 17, 2018

En alguna parte, Martín Caparrós escribió que el autor exprime el lenguaje hasta quedarse sólo con sus propias palabras. A contrapelo de lo enunciado por el cronista, suele ocurrir que el escritor -o aspirante a- no pasa del regodeo deslumbrado y jubiloso. ¿Quién lo ayuda entonces a exprimir el lenguaje y a sí mismo? El editor, ese lector profesional especializado en incordiar.

En Los libros de los otros. Correspondencia (1947-1981) (Tusquets, 1991; traducción de Aurora Bernárdez) se incluyen las cartas que el escritor y editor Italo Calvino envío a decenas de autores mientras colaboró en la editorial Einaudi. Vale la pena retomar cuatro de las incontables lecciones que se pueden encontrar en la obra y valorar la exigencia con la que Calvino leía, reflexionaba y respondía.

1. Sobre el estilo del autor y la materia de lo narrado: "En cuanto al estilo, me parece que te has abandonado a una especie de escritura automática en la que has metido todas las expresiones más hinchadas, retóricas o rancias que te venían a las mientes, sin preocuparte de repeticiones, falta de sintaxis, ingenuidad y extremas congestiones. Había empezado a marcar en una hoja (que te acompaño) las frases que a mi parecer saltan más a la vista por lo incongruentes o retóricas, pero me detuve al cabo de unas veinte páginas. No creo que sea una cuestión de estilo; creo que la materia del cuento es falsa, no puede expresarse sino con un lenguaje, prestado, despachado sin reflexionar" (Carta a Raul Lunardi, el 6 de octubre de 1954).

Sobre los planos narrativos: "Sólo tengo una observación literaria que hacerte y es absolutamente marginal. En ciertos momentos empiezas a usar imágenes modernas: el actor de Broadway, Malraux, Chaplin. Totalmente desentonado. No porque tengas que fingir que el libro fue escrito entonces, entiéndeme; está claro que en una obra de poesía el plano de las metáforas debe tener su coherencia, su armonía, sino es escritura casual, periodística. Sólo se justifican metáforas modernas si en contraste con el plano de la narración quieres crear otro plano de la realidad contemporánea […] Quita pues estas imágenes modernas, por favor, que rebajan el nivel de tu prosa siempre cuidada" (Carta a Leonardo Sciascia, el 5 de octubre de 1962, a propósito de El consejo de Egipto).

3. Sobre la diferencia entre vida y obra: "Entonces, ¿hay una novela? No, por Dios. Lo lamento como si la hubiera escrito yo, pero no la hay. Hay el esqueleto, el material temático de la novela, pero no la carne y la sangre […] Esto es lo que quisiera decirte: esta novela tenías que escribirla, eso se siente, y no había para ti otro modo de ver claro en tu experiencia sino escribirla; pero si la lección que hay realmente en tu novela la has hecho tuya, no tienes que entristecerte demasiado si como novela no funciona. Hay en ti una conquista de madurez, de claridad, eso es seguro. Y es igualmente seguro que una lección de vida no tiene por qué transformarse inmediatamente en una obra de arte" (carta a Carlo Montella, el 14 de enero de 1964).

4. Sobre el enfoque narrativo: "De los manuscritos largos sólo leo lo que me parece suficiente para descubrir los tres elementos que me sirven para establecer si un libro existe o no: 1) si tiene lenguaje; 2) si tiene una estructura; 3) si muestra algo, a ser posible, algo nuevo. [De tu manuscrito] hasta la página ciento veinte (hasta ahí he llegado) el libro todavía no ha adquirido una estructura, no tiene un centro de interés que obligue al lector a seguir adelante. No es que quiera aconsejarte un tipo de 'enfoque narrativo' más que otro: seguramente terminaría por darte algún enfoque ya tradicional cuando en cambio lo bueno es que seas tú quien encuentre una estructura propia completamente nueva, tu 'enfoque narrativo', es decir, una ley interna de tu materia en virtud de la cual la narración empieza en un punto determinado y concluye en otro punto determinado. La literatura no es más que inventarse reglas y después seguirlas" (Carta a Carlos Alvarez, el 5 de octubre de 1964).

Debe mencionarse que la carta a Montella finaliza con la siguiente esperanza, implícita o explícita en el resto: "Espero que -pasada la primera furia que seguramente sentirás- no quedes enfadado conmigo, sino que al releer esta carta dentro de unos meses, digamos, encuentres toda la amistad con la que la he escrito".

En LEM creemos que quienes buscan recuperar historias de vida no están obligados a regirse por las reglas de la creación editorial, pero tampoco deben desdeñarlas. Calvino nunca está de más.

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