Presupuesto público, bienestar, productividad y desarrollo social

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Alberto JIMÉNEZ MERINO


Diciembre 24, 2018

La pobreza y la desigualdad en México continúan siendo los principales problemas desde hace más de 20 años. La pobreza supera el 50 por ciento de la población nacional y la desigualdad refleja que una décima parte de la población, los más ricos, concentran entre el 40 y 55 por ciento de los ingresos del país, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, del INEGI, citado por Pablo Álvarez Icaza, en el periódico El Universal.

Las mayores necesidades de las familias son: tener ingresos económicos; servicios públicos de calidad como el abasto de agua, seguridad pública, energía eléctrica, transporte seguro, servicios de salud, drenaje y saneamiento, calles pavimentadas, guarniciones y banquetas.

Así también, aspiran a tener buenos servicios de limpia, escuelas dignas con mobiliario y maestros, oportunidades de empleo bien pagado, alimentación y vivienda digna; todo aquello que permita tener mejores condiciones de vida y un buen futuro para sus hijos.

Con este conocimiento, los gobiernos en sus tres órdenes han procurado atender estas necesidades. En especial, para atender a las familias más pobres a través de programas asistenciales que ofrecen ayudas económicas o materiales directas.

Es así que, en los últimos 30 años, hemos ido viendo ensancharse los presupuestos hacia programas de carácter asistencial que tratan de atender los efectos de los problemas y no sus causas. Y los resultados muestran que no han funcionado.

Sorprende que desde los principales escritorios del país, de las capitales de los estados y de las cabeceras municipales se decida lo que resolverá el problema de las familias, sus comunidades y regiones.

 Nunca he juzgado las capacidades o la preparación técnica o académica de los gobernantes, lo que sí puedo asegurar es que muchos no tienen la menor relación con su responsabilidad y actúan como si en verdad la conocieran.

Se ha abandonado la planeación nacional, estatal y municipal; la real no la maquillada, la que se obtiene de manera directa y que es tan cruda que puede deprimir a más de uno por la cuantía de problemas y las exorbitantes sumas de recursos que requieren para su atención.

Las necesidades de la gente no se obtienen en concentraciones en cabeceras distritales o en asambleas políticas. Hay que caminar con la gente. No se puede conocer o sentir lo que no se ha vivido.

No hay en México un catálogo real de problemas y necesidades nacionales, estales, regionales y municipales. Más aún, no existe una priorización, ni un plan con plazos específicos para atender la problemática. No hay unificación de criterios. Y todavía no hay, por tanto, un modelo de asignación presupuestal, acorde a las necesidades nacionales en la Cámara de Diputados.

El país, los estados y municipios, se inventan cada 6 ó 3 años. Se tiene la urgencia de posicionarse, creando escenarios de buenos y malos, de listos y tontos, de honestos y corruptos. Se empieza a pensar cómo perpetuarse. Más grave aún, es pensar sólo cómo salir bien en el periodo de responsabilidad, cómo tener honor y gloria, más que servir al pueblo.

Para no desentonar con estas apreciaciones, en los últimos días vimos un jaloneo por el presupuesto nacional, en donde, otra vez, los programas asistenciales tienen un lugar privilegiado. Son nuevos programas. Creo que medianamente como antes, atenderán el bienestar de las familias, pero no veo cómo puedan revertir la pobreza porque no se ve cómo el presupuesto nacional ayude a generar riqueza.

El deterioro ambiental en México es grave, sin tomar en cuenta el cambio climático que ya se ha dejado sentir. El suelo está muy erosionado, sin materia orgánica y, en varias regiones, contaminado por exceso de agroquímicos. Se ha perdido la vegetación de extensas áreas y gran parte de la pesca ribereña en ríos y mares. Hemos perdido más de la mitad del agua disponible y la falta de tratamiento está contaminando sustantivamente las cuencas más pobladas.

Sólo para el sector hídrico, se ha estimado una necesidad de 50 mil millones de pesos anuales, durante 20 años, en forma ininterrumpida para abastecer de agua, recuperar las cuencas y tener ríos limpios. Y sin embargo, hay una reducción de 40 por ciento al presupuesto de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

La pirámide productiva nacional agroalimentaria indica que más del 80 por ciento de los productores del campo son de autoconsumo y no logran siquiera cubrir sus necesidades anuales de alimentos básicos. La productividad del campo aún es muy baja. Sin embargo, hay una reducción de 20 mil millones de pesos con relación al 2018.

En materia educativa, varias universidades han declarado insuficiencia de recursos; no obstante, se propone la creación de 100 universidades. En este aspecto mucho serviría al país una revisión de contenidos educativos, mejorar la vinculación de la educación con los sectores productivos y establecer un programa de formación de líderes tecnológicos. Pero eso puede esperar. Las prioridades de la población no siempre son las prioridades de los gobernantes. 

¡Feliz Navidad y un mejor Año Nuevo!

*Exrector de la Universidad Autónoma Chapingo

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