30 de Diciembre de 2018 |
En vísperas del nuevo año, las sociedades occidentales se ilusionan con un nuevo comienzo lleno de metas e ilusiones que transformen su realidad. Lamentablemente en la mayoría de los casos, la bravura sólo durará unas semanas y nos enfrentará nuevamente ante lo intrascendente de nuestro andar por las calles. Atrás habrá quedado la época en las que las personas fueron atrapadas por una burbuja de engaños que les harán soportar la tumba en ruinas en las que reposan sus suspiros. Aunque no soy fanático de los Beatles, algunos de sus coros más sabios fueron: "All you need is love". Cuántas cuentas de bares impagables, parejas intrascendentes o lágrimas en el espejo se hubieran ahorrado todos los años con el simple hecho de ser tocados por esa fórmula mágica de la que nadie sabe su origen. Y de conocerlo, probablemente nos decepcionaría. Lo que queda claro es que cada uno de nuestros intentos por salir a flote de las aguas turbias, descansa en la ilusión de ver con bienestar a nuestros seres queridos y no terminar los días en una casa llena de fantasmas que nos enfrenten a la soledad. Uno de los propósitos más asequibles para los seres humanos en una sociedad incomunicada e insensible que incita a la tristeza sería el hecho de aprender a soportarnos a nosotros mismos y vivir con tranquilidad los días que dicte el calendario. Lo que para algunos sea sinónimo de progreso o aventura viajar alrededor del mundo, para otros será la dosis requerida para no pensar en ningún momento el motivo de nuestra huida o el nombre de lo que nos lastima. Resultaría interesante recorrer los recovecos que caminó Kafka en Praga; la Lisboa en que Fernando Pessoa se reconcilió con el peso de existir o la Montreal en la que Leonard Cohen escribió las letras de su primer álbum musical. Sin duda, yo firmaría por anticipado mi presencia en todos los lugares en los que alguien infeliz creo belleza del caos. No me mal interpreten, estoy a favor de la alegría y las risas impostadas. Creo en el espíritu festivo que reúne a familiares y amigos en una misma mesa. Soy el primero en desearlo y ser participe. ¿Qué podría hacernos más felices? El mundo necesita ilusiones y no requieren ser exterminadas por la razón o la lógica. Las mentiras suelen hacer más felices a las personas que la cruda realidad. Disfrutemos nuestro paso sobre este mundo mientras podamos y recorramos el camino lo más humanamente posible. Renunciar sólo es sinónimo de cobardía. Bienvenidas las batallas perdidas y los malestares soportados con paciencia. Comprendamos que cuando no esperar nada de nadie, se ha vuelto deporte, más que frase trillada, no es difícil de entender los rostros de desencanto en las calles. Son tiempos hostiles, ojalá los valores que enarbola la navidad, inunden nuestras almas y las ablanden para hacer bien a la sociedad y en particular a las personas con quienes contamos y que no dejarán en nuestra vida un asiento vacío. Las fiestas decembrinas desenmascaran las ficciones que hemos creado sobre nosotros y quienes nos rodean dejando al desnudo nuestra fragilidad. Por ello, al escribir estas líneas desconozco como todos mi destino el próximo año; sin embargo, sé que la noche del treinta y uno de diciembre por ser ocasión especial estaré bien y espero usted también.
|