Requiem aeternam dona eis Domine, et lux pepetua luceat eis. Dice así la invocación a lo Alto para que les dé el descanso eterno
A Martha Erika
Requiem aeternam dona eis Domine, et lux pepetua luceat eis. Dice así la invocación a lo Alto para que les dé el descanso eterno a quienes ya fallecieron. Se pide también que luzca para ellos la luz perpetua. Viejo responso que en latín se decía en los funerales y en los rosarios que siguen al deceso. La Puebla de los Ángeles, eterna, es sede espiritual, asiento de fe, de esperanza. Es belleza. Puebla vive una tragedia. Resiste una desgracia. Triunfará como las otras veces. Puebla puede cantar el salmo de David y expresar, desde lo profundo del alma,
De profundis clamavi ad te, Domine; Domine, exaudi vocem meam. (Desde lo más profundo te invoco, Señor, /¡Señor, oye mi voz! /Estén tus oídos atentos /al clamor de mi plegaria.)
Nochebuena poblana ensombrecida. Navidad sin campanas, sin estrella. Ella se fue y los pastores del Belén, en orfandad. Martha Erika, como los héroes de Puebla luchó incansable. Arrostró el peligro. Alzó la frente. Enarboló la verdad. Venció a la mezquindad. Breve su paso. No la mataron hombres. El odio quiso matarla. Pero se levantó. Hoy goza del Réquiem eterno. Y no será olvidada. Puebla toda puede recitar el Salmo:
Lacrimata est anima mea prae maerore; (Mi alma llora de tristeza:/consuélame con tu palabra. /Apártame del camino de la mentira, /y dame la gracia de conocer tu ley. /Elegí el camino de la verdad, /puse tus decretos delante de mí. /Abracé tus prescripciones: /no me defraudes, Señor. / Requiescat in pace. |
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