Continúan las frases de campaña

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Eleusis CÓRDOVA MORÁN


Enero 15, 2019

Cada vez que se trata de explicar cómo se resolverán algunos de los graves problemas que enfrenta la nación, o de dónde se obtendrán los recursos para tal o cual obra, o de qué recursos se echará mano para cubrir los egresos del gobierno federal, fundamentalmente para sufragar los gastos que implica el sostenimiento de los programas sociales, tales como becas para los "ninis", el pago de la pensión a adultos mayores y otros, indefectiblemente la respuesta es en el fondo la misma: "combatiendo la corrupción".

Surge entonces la pregunta obligada: ¿Es posible acabar con la corrupción y obtener los recursos necesarios para el desarrollo de la nación? Sin rebuscar argumentos para fundamentar mi respuesta, doy algunos que me hacen pensar que no se están tomando medidas en la dirección correcta ni lo suficientemente serias y enérgicas para el combate a la corrupción (problema muy difícil de solucionar) por parte del gobierno.

¿Cuál es origen de la corrupción o por qué el individuo se vuelve corrupto? El origen de la corrupción es inherente al sistema capitalista, y se profundiza en el modelo neoliberal en el que vivimos. Es el sistema el que ha imbuido hasta la médula de los huesos, en la inmensa mayoría de la gente, la idea de que la felicidad y el valor de los individuos depende de la cantidad de dinero que posean. De esta idea surgió el dicho popular que dice "tanto tienes, tanto vales". De ahí que los individuos se planteen, como fin último, la acumulación de dinero para ser importantes en la vida, sin detenerse ante nada para lograrlo; eso lo hace capaz de robar, recibir sobornos, vender mariguana, comercializar el cuerpo humano, etc., etc. El fin justifica los medios.

Planteadas así las cosas, para acabar con la corrupción es necesario cambiar el sistema político en el que vivimos; con ello, desaparecerán los valores morales que originan y dan sustento a la corrupción, y surgirán otros tales como la solidaridad, la hermandad, la aspiración a una vida sin lujos pero digna para todos los seres humanos, actitud a la que arribaremos después de haber barrido con todas las injusticias y desigualdades sociales y después de muchos años de educación política y de transformación moral. Sólo entonces habremos creado las condiciones materiales y morales para la desaparición de la corrupción. Antes, ni yendo a rezar a Chalma lo conseguiremos.

Ahora bien , ¿qué tan reales y profundas son las medidas que el gobierno está tomando para el combate a la corrupción?

Empezaré por afirmar que la corrupción más grave que vive el país no son los sueldos elevados de funcionarios de todo tipo, ni las mordidas que practican los diferentes cuerpos del orden público del país, ni los sobornos que aceptan los empleados de juzgados, agencias del ministerio público y otros. Luchar por su erradicación es correcto, pero así no se ataca la corrupción que origina los graves males de la nación. La corrupción que tiene al país postrado en el atraso, la pobreza y la marginación, es la que practican las grandes industrias que no pagan impuestos proporcionales a las ganancias que obtienen, que pagan a los obreros salarios de hambre ya las que, encima de todos estos abusos, todavía se les provee de terrenos, agua, luz y drenaje, de manera absolutamente gratuita o a muy bajos costos; grave es la corrupción que se practica en los bancos, que cobran cantidades exageradas por la prestación de servicios al cuentahabiente y no cubren sus impuestos de acuerdo a la proporcionalidad de sus ganancias; corrupción enorme es la que practican las grandes televisoras que, amparándose en la implementación de programas sociales deducibles de impuestos, incumplen con sus obligaciones fiscales. Obtienen así una doble ganancia: no pagan impuestos y con el dinero del pueblo le arrebatan al gobierno el papel rector de programas sociales, para arrogarse los empresarios televisivos, de manera totalmente ilegal, una función exclusiva del gobierno. Ver para creer. Esa es la explicación por la que, a los ojos del pueblo, los dueños de las televisoras aparecen como buenos samaritanos y el gobierno como explotador y mentiroso, cuando las cosas ocurren totalmente al revés.

Para atacar estos gravísimos males de corrupción y transformar de manera radical al país, ¿qué está haciendo López Obrador? Absolutamente nada. No va a cambiar el sistema económico que padecemos, no está implementando un cobro progresivo de los impuestos y no hay medidas para su fiel cumplimiento, se está ensañando con la gente que no tiene más que su trabajo y su esfuerzo para defenderse, fijándoles salarios bajos a unos y dejando a otros sin trabajo. Y a los verdaderos corruptos, los evasores de impuestos, los que por su culpa el pueblo no progresa, no se desarrolla y no puede vivir en paz, a ésos no se les toca ni con el pétalo de una rosa. Por eso afirmo que el combate a la corrupción no es serio ni profundo. Referirse a ella, citarla a la primera oportunidad que se tiene, demuestra que es una frase mediática, una frase de campaña usada hasta la saciedad para seguir dándole al pueblo atole con el dedo.

La cuarta transformación está muy lejos, pero muy lejos de hacerse realidad. Los actos realizados por el Gobierno hasta hoy así lo demuestran. Por tanto, los días aciagos para los pobres de México no solo no terminarán sino que seguramente se agravarán por un tiempo bastante prolongado. Y esto es así porque al frente de la República no está un estadista con amplitud de miras, ideológica, económica y políticamente preparado, para llevar al pueblo por el verdadero sendero de la libertad, la justicia social y la emancipación definitiva del pueblo pobre de México. Para tener un Presidente con estas características, para tener un Gobierno emanado del pueblo y para el pueblo, la ciudadanía debe organizarse y luchar para hacer valer sus derechos a una vida mejor.

Por ello, la tarea del momento es desarraigar de nuestra mente la idea de que nuestra liberación va a ser obra de algún iluminado que no sabe qué quiere para los mexicanos y mucho menos sabe cómo lograrlo. No debemos esperar sentados en el umbral de la puerta de nuestros hogares que las cosas se transformen por sí solas. Las cosas cambian mediante la acción inteligente del hombre. Por eso, debemos ponernos a trabajar, luchar y organizar a los mexicanos para que todos seamos hacedores de nuestro propio destino.

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