Jueves 17 de Enero de 2019 |
"Violentos son generalmente los casos de los que se ocupa el derecho penal. Violenta es también la forma en que el derecho penal soluciona estos casos".
Francisco Muñoz Conde
El sistema capitalista financiero que gobierna el mundo después de la década de los cincuenta del siglo XX, es la oposición al capitalismo productivo, siendo en este en donde se requiere la producción y la mano de obra, es decir, el trabajo y, por tanto, son necesarios los trabajadores y el empleo. Pero, en el caso del referido capitalismo financiero, no se requieren grandes masas de empleos y trabajadores y se fundamenta en la especulación. Por ello, los centros de trabajo escasean, se pierden empleos, hay una gran masa de la población desempleada, los pobres dejan de ser la última de las clases sociales, pues surge una clase por debajo de los pobres que es a la que se denomina como los excluidos o, bien, el precariado. Ese capitalismo financiero no necesita el número que se requería en tiempos anteriores de trabajadores y, por ello, surge ese efecto en la sociedad: la extrema pobreza. De la misma forma, el Estado deja de ser asistencial -el denominado estado social de derecho- y se adelgaza, pues en este capitalismo se requiere un Estado delgado y débil para poder ser manipulable por los grandes capitales que son globales en contraposición al poder del Estado que, desde luego, es local. Así, éste concesiona sus servicios públicos y, por ello, pierde la fuerza suficiente y necesaria incluso para poder brindar los derechos más elementales. De tal forma que, paradójicamente, sostiene la validez de su existencia con los derechos humanos, y estos se vuelven su bandera, es decir, se legitima con ellos, a pesar que tales derechos se violan permanentemente por la impotencia y pretensión de los Estados débiles para protegerlos; Estados que anteponen las razones económicas al respeto y la garantía de los derechos fundamentales de su población. Atendiendo a esta realidad económica, social, política y jurídica actual y mundial que, desde luego, permea en nuestra nación, entonces: ¿cómo no habrá delincuentes?, ¿cómo se puede decir que se está combatiendo a los delitos?, ¿cómo sostener que se brinda seguridad pública a la población?, pero sobre todo, ¿cómo evitar la tentación a delinquir? La respuesta para las primeras preguntas son variadas, la primera respuesta es mayor represión a los delincuentes y mayor vigilancia; por ende, es la respuesta del derecho penal mas salvaje, pues, con ello, se aumentan los delitos, se incrementan las sanciones, se agudiza la vigilancia. Una segunda respuesta es que se requieren mayores apoyos económicos, subsidios a los desempleados, apoyos a las personas de la tercera edad, a los estudiantes, a las madres solteras; pero estas medidas en forma permanente sólo provocan que existan clientes del Estado y no ciudadanos, pues se vuelven, desafortunadamente, sujetos ideales para controlar para las siguientes elecciones. Por su parte, hay quienes sostienen que, para combatir esos índices tan altos de delincuencia, se requiere mayor educación, que se necesitan establecer más universidades, centros de estudio, licenciaturas, maestrías, doctorados; todo lo cual, si bien es los más cercanos a una solución, con estos niveles de delincuencia, el problema es ¿qué se instruye en esos nivele de educación?, pues, si, en definitiva, lo que sucede es que se limita a que las licenciaturas y los estudios en general sean simples manuales de operación que no permiten que las personas piensen y reflexiones, no servirán más que para un empleo temporal, pero no resolverán el problema. Desde luego, ya ni hablar de la última de las preguntas: ¿cómo evitar la tentación a delinquir? Si la realidad nos hace observar que no hay empleo, que no hay oportunidades para el ciudadano de a pie, que la delincuencia está desatada y la policía y los jueces no hacen nada; si el derecho perdona cuando no debe perdonar, castiga cuando no debería castigar y se queda estático ante las víctimas; si, en la sociedad, a quien delinque, sea de cuello blanco o del color que sea, no le pasa absolutamente nada, pero -eso sí- al campesino, migrante, pobre, al del precariado o, bien, al que estafaron y al que estuvo en el momento inoportuno a la hora inadecuada, se le aplican todas las consecuencias legales existentes; entonces, ¿cómo evitar la tentación a delinquir? Pareciera que la respuesta es más profunda. ¿Cómo evitar el capitalismo financiero? |