Jugando la izquierda

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Mario DE VALDIVIA


Enero 19, 2019

Se suele afirmar que el desconocimiento de hechos relevantes del pasado obliga a su repetición. En realidad, no ocurre eso exactamente. Lo que se desconoce u olvida es la conducta humana, especialmente la conducta de los estadistas y los sucesos que se desencadenan por aciertos, maldad o errores. Lo que es una norma es la ambición humana que puede ser innata o puede surgir de circunstancias inesperadas o inéditas. Muchos próceres o héroes eran en apariencia gente común, pero surgían despertares que desdoblaban facetas no advertidas ni por ellos mismos, unas buenas y otras no. Sigue ocurriendo.

Algunos de los personajes históricos han sido de conducta intachable y a otros se los recuerda por su persistencia en el error, en la crueldad, en la tiranía y en los atropellos que han causado a las sociedades, de ahí los epítetos de "tristemente célebre".

La realidad es que los pueblos no aprenden y los individuos tampoco aprendemos de las lecciones del presente y del pasado. Poco se advierte que muchos hombres elevados a los altares patrios, eran verdaderos energúmenos, asesino seriales, traidores, tránsfugas y convenencieros. No debemos ocultar que Hidalgo masacró centenares de vidas inocentes por el sólo hecho de ser españoles; o que Bolívar aniquilaba habitantes de poblaciones enteras; que Juárez se solazaba con la ejecución sumaria de sus adversarios; que Pancho Villa ni eso, simplemente asesinaba a batallones enteros de adversarios; que los zapatistas violaban indistintamente hombres y mujeres en todo sitio que arribaban; que Obregón mandaba asesinar a quienes aspiraban a ser candidatos opositores a la presidencia; que Calles ejecutaba indiscriminadamente sacerdotes y provocó una sangrienta guerra religiosa; que Díaz Ordaz fue responsable junto con Echeverría de crímenes arteros; que Fidel Castro y el Che Guevara practicaban un sadismo indescriptible en la ejecución de miles de quienes pensaban diferente a su criterio y que traicionaron los principios de la revolución que encabezaron, y que al principio contó con toda la simpatía del pueblo cubano, después traicionado, perseguido y sometido, sin libertades.

Pareciera pecado político develar verdades aún del presente, como lo que ocurre hoy mismo en Venezuela y en Nicaragua, donde las libertades están absolutamente coartadas y anuladas las garantías y derechos humanos, agregando que son pueblos sometidos a la pobreza. Nicolás Maduro llegó al poder por designio de Hugo Chávez en un atentado a la democracia y se ha reelegido contra la voluntad popular, constituido ya en una franca dictadura. Daniel Ortega encabezó aquella llamada "Revolución Sandinista", que, como la cubana, fue la esperanza de despejar la tiranía en Nicaragua, solamente para instaurar ahora otra tiranía probablemente más cruel y abyecta, en donde se gobierna con la cónyuge como vicepresidenta. Castro, Chávez-Maduro y Ortega se han proclamado de izquierda y socialistas. No puede soslayarse el caso de Brasil, donde Jair Messias Bolsonaro (así se llama), de derecha radical y sujeto a las más violentas críticas también por la comunidad internacional. Bolsonaro es la contraofensiva continental a gobiernos como los citados y al de Bolivia. Jugar a la izquierda sin cumplir sus principios conduce a esto.

En México-lleno siempre de corrupción gubernamental-el proceso electoral decidió por una nueva clase de gobierno, que debiera llamarse más propiamente otra clase de control político, demuestra que 30 millones de votantes (apenas una cuarta parte de la población y un tercio del padrón, que no la mayoría) desconocen, ya no se diga la historia, sino el entorno internacional y las consecuencias que están ocurriendo al intentar cambios que no se ha probado sean progresivos ni acertados, sino por el contrario, regresivos, retrógradas y enemigos de la democracia y la libertad.

Se ha puesto el presente y el porvenir de México en manos que aún no prueban destreza. El arte de la política requiere planeación, inteligencia, no improvisación, no resentimiento social, no revancha. Deseamos que llegue la luz del entendimiento.¨¨¨

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