Viernes 25 de Enero de 2019

La vida continúa y pretendemos fijar un horizonte al final del camino. Nos aterra la idea que todos nuestros esfuerzos no tengan un propósito aparente o recompensa alguna. ¿Cuándo fue la última vez que iniciamos una batalla sabiendo previamente que estaba pérdida? En mi caso, he soportado la caída de gran parte de mis anhelos y he llegado a la conclusión que haber tenido en mis pensamientos la idea de progreso u optimismo más que una víctima me convierte en un ser humano. Una masa vital que está condenada a presenciar cómo sus pesadillas se vuelven realidad. Sin embargo, no tenemos por qué atormentarnos demasiado. Siempre existirán pequeños recovecos en donde podemos asomar un poco la cara y pisar en tierra firme. Uno de ellos, lo presencié hace unas semanas cuando me encontraba caminando y descubrí cómo el sonido de una guitarra reunía en la plaza pública a un tumulto de personas. Yo no fui la excepción y fui seducido por aquellos acordes que traducían el vacío sentimental que se respiraba en el aire.

Al escuchar la bella música me convencí que la guitarra es el único instrumento que me interesa. Mientras la burguesía presumía de su alta cultura en los conciertos de las grandes orquestas; el proletariado se consolaba en las tabernas y en las calles con el romanticismo del bolero y la música popular.

Después del acto, regresé a casa con un semblante diferente, como si hubiera aspirado un oxígeno renovador y mis pulmones rejuvenecieran. Cuando al fin entré en mi habitación, muchos pensamientos me invadieron. Alguna vez me he preguntado, ¿cómo me siento? ¿Cómo me va? Si tuviera el talento y la gracia de Chéjov me respondería: "Pues como siempre ya lo ve. La vida siempre viene de una tirada". Cómo estoy lejos de ser tal personaje, lo único qué pasó en mi mente fue la necesidad de seguir escribiendo y descubriendo el contenido de lo que me conforma. ¿La madurez habrá llegado cuando aceptamos todo lo que no podemos cambiar? Si tal aseveración fuera cierta no seguiría de pie porque las ilusiones no tienen por qué tocar la realidad sino simplemente impulsarnos lejos de la tumba.

Estimado lector, ¿quiere ser escritor? Bien, qué noble tarea y qué oficio tan necesario. Permítame felicitarlo. ¿Se ha puesto a pensar sobre qué quiere escribir? ¿Será capaz de hablar del día de la muerte de un ser querido? ¿Podrá narrar el duelo de ver a la persona que amaba en el altar? ¿Podrá soportar perderlo todo y aun así seguir escribiendo? Si su respuesta es sí, lamento decepcionarlo. Sólo quien es incapaz de soportar los golpes de la vida podrá jamás perder el sentido de la indignación y la nostalgia de que un mundo mejor es posible a través de la escritura.

Mi más sincero consejo es que se mantenga sensible con el mundo que lo rodea. Procure creer en las personas, aun cuando todas y cada una lo decepcione. No solape su soledad con una mascota. No lo permita. Ellos no tienen la culpa. Le pido tener la fortaleza necesaria para seguir creyendo que lo imposible es posible mediante la literatura. Cierre los ojos sin remordimiento e imagine que la historia más bella jamás contada puede hacerse realidad si resiste un poco más que la mayoría y permite que su corazón mantenga un poco de la humanidad con la que están hechos los sueños. Sea una roca que le hace frente a la tormenta. Nunca deje de escribir. Continúe de pie.

Moriremos solos, pero si estamos condenados a la soledad, permítale a sus contemporáneos observar un centenar de hojas mal escritas que demuestren la fe que tenía usted en la belleza de existir.