Viernes 01 de Febrero de 2019

Atrapar los recuerdos de la infancia es una tarea poco sencilla. Conducirlos por las palabras adecuadas es todavía más difícil. Transportar esas sensaciones al papel, convertirlas en versos es labor de aquellos que fundan lo perdurable: los poetas.

Es el caso de Zel Cabrera, quien con su poemario Una jacaranda en medio del patio, plasma sus recuerdos más preciados de la infancia y de su juventud inmediata. Un recuerdo parece desvanecerse lentamente, como si hubiese ocurrido la semana pasada, hace unos meses y no alcanzan nuestros dedos para anclarlos a este tiempo presente.

En el poemario nos encontramos con la memoria como elemento principal, como materia prima, para no perderse –para no olvidar– y para sobrevivir a uno mismo. A veces los recuerdos son tristes y melancólicos, pero tienen una función: señalar que la vida está hecha de altibajos y que la tristeza y la melancolía pueden evanecerse si nos permitimos abrazarlas.

Recordar a la abuela, a las tías, a la madre, a las primas y concebir a la jacaranda como punto de partida y como metáfora de la familia:

"«Aquí empieza la vida», les dijo, «aquí empiezan ustedes»./Y poco a poco la vida se les fue desmadejando/como un carrete de hilo/que se extiende por los años hasta llegar a mis venas."

"Falsa memoria", "Singer", "El amor no crece en tierra muerta", "Herencias", "Cumpleaños", "Primas" y "Una jacaranda en medio del patio", son los apartados que integran al poemario. Decidirse por uno de ellos es desbaratar todo el trabajo de Zel Cabrera. El libro en su conjunto nos habla de que también se recuerda para huir. La totalidad del libro es abrumadora, hay que leer los poemas con calma, con la plena consciencia de que se va a recibir una andanada de imágenes.

La muerte de cuerpo presente aparece en los poemas: en "Singer" cruza las palabras, es una máquina de coser con la que nuestras madres hicieron prendas para vestirnos o para venderlas y mantener a toda la parentela. Además, el hilo de costura se convierte en un detonante de recuerdos, que disparan no sólo imágenes sino también una colorimetría y olores.

La muerte se convierte en celebración: es un espacio temporal en el que aparecen la fiesta y las lágrimas, en donde hay ruido, bullicio y risas pero después nos acordamos de su presencia y entonces hay silencio. Es la jacaranda, esa es la casa materna: la que nunca ha desaparecido, la casa que nunca se irá.

La viudez y el amor son otros temas que pueblan el poemario pero también aparece una antípoda: la soltería, que se convierte en una especie de fortuna y que se traduce en el cuidado por los otros.

Los abandonos, la muerte, el qué dirán, la suerte, la policía, la complicidad, la sororidad forman parte de Una jacaranda en medio del patio: "Nada es cierto, pero hoy es mi cumpleaños/y sin embargo, he tenido días más felices,/horarios que despilfarré/o el día que encontré/mi arete favorito debajo de la cama./Soplo cada una de las velas/ante el asombro de una Polaroid,/pero las velas son un faro en miniatura/que soplo y apago para perder la ruta."

El lector se arropa con la mirada de Zel Cabrera para escuchar los pasos de la abuela en una casa inmensa: la casa de la memoria, la de los años que vencieron al paso del tiempo.

Una jacaranda en medio del patio (2018) de Zel Cabrera. Instituto Sinaloense de Cultura, México.