Viernes 08 de Febrero de 2019

La vida hiere y no admite interrupciones. ¿Qué me hace diferente de cualquier individuo que continúa el camino sin reproches? Nada en lo absoluto. Solamente me encuentro en el proceso en el que todas las personas comienzan a entender los ciclos que conforman las relaciones humanas. Los afectos que fracasan sin razón, se convierten en obsesiones que condenan al artista a encontrar en el lenguaje una explicación para su cariño.

Es imposible escribir sin la existencia de un lector definido. Por momentos se narra la historia que nunca se hará realidad o se busca conmover a un corazón ajeno. ¿En qué medida somos dueños de nosotros mismos cuando hemos sido sometidos ante el deseo de ser comprendidos? ¿Cómo podemos regar un poco de nosotros si nadie es capaz de sentir con nuestro corazón? Esto provoca que el camino del artista condenado a conmoverse sea en la mayoría de los casos solitario y lleno de frustración. Sería tan fácil resumir los sentimientos a una interacción sexual y renunciar a las explicaciones. Sin embargo, cuando una persona logra tocar fibras sensibles, la lealtad es una condenada deseable.

Julio Cortázar escribía: "Todo dura un poco más de lo que debería" y agregaría que las decisiones son las que más tardan en ser tomadas y un suplicio cuando la única felicidad que hemos conocido depende de ellas. Renunciar a lo que añoramos con gallardía es una decisión que sólo los hombres capaces de llegar a viejos toman alguna vez en su vida.

Lamentablemente la escapatoria nunca está consumada. La ausencia siempre lleva la ventaja y nos limita a mirar con desilusión el camino de las personas que nos hubiera gustado tomarán el mismo camino. El olvido no existe, no podemos aspirar a ello. Simplemente podemos agachar la mirada y contener las lágrimas mientras se aleja lo que amamos. El artista debe estar consciente que su sensibilidad más que hacerlo desgraciado ante la pérdida le permitirá comprender que la vida más que una serie de instrucciones es un aprendizaje duro del que solamente las cicatrices serán evidencia. Cerrar los ojos, apagar nuestra mente y dormir toda la eternidad es el premio. Para morir debemos merecerlo. El destino es sabio y no nos permite perecer sin haber disfrutado un poco el camino.

A pesar de que en la etapa de sanación habrá personas cuyo actuar nos parezca repulsivo y nos hagan añorar el recuerdo, debemos comprender que la ficción como la literatura se adhiere el corazón, pero no somos capaces de vivir por completo de ella. La vida tiene ciclos que requieren de decisiones que no permiten ser ignoradas y que solamente con tristeza podemos tomar. El camino siempre será incierto pero sabremos al mirarnos al espejo que somos capaces de continuar. A lo único que no podemos renunciar es a las pruebas a las que nuestro corazón se remite para seguir latiendo.

De lo que podamos estar seguro es que la única tranquilidad de la que puede ser dotada el alma humana es la de la cualidad de haber tomada la decisión más triste de su existencia con la sabiduría de la que están hechas las palabras de amor. No se puede vivir atado a la ficción.