Audi: ciudad modelo, ¿de qué?

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La impresionante infraestructura regional y urbana, toda en su momento de nueva creación, que soporta el concepto innovador de Audi como polo de desarrollo regional, pesa sobre un lugar de absoluta vocación agrícola, la que, pese a todo, hacia lo posible y hasta lo imposible por avanzar con aquella vocación primaria que fue cercenada súbitamente por la globalidad.

Ahora bien, tal modelo, difícilmente cuestionable en el progreso fabril, si lo es en su retórica del desarrollo regional, mismo que por definición implica derrama económica inmediata sobre el territorio de influencia directa fabril. Cuestión que al momento no ocurre o no se deja ver…, pero que sí se observa en el vigor con que crecen Puebla, Apizaco y Tlaxcala. Olímpicamente, esta derrama se brinca el territorio que en discurso se pretendía mejorar. La retórica narrativa vendía imaginarios de desarrollo, mientras que esta megafábrica diseñada para vender autos de exportación lo viene haciendo a cabalidad, más poco de lo regional le importa. Así, en tiempo breve se ha manifestado esta evidencia dual.

Pregunta de Esfinge: ¿se puede ser entonces un proyecto productivo exitoso y, no obstante, ser un cero a la izquierda en el desarrollo regional? Respuesta: Pues sí, y la ideología del desarrollismo desde hace más de 50 años, muestra con este ejemplo que no es la globalidad quien inicia el subdesarrollo, sólo lo maquilla o lo oculta.

Mientras tanto, el análisis regional y del desarrollo urbano muestran que lo sectorial dejado aleatoriamente es insuficiente…Ciencia, leyes, programas y acuerdos internacionales insisten en la necesidad de diseñar políticas públicas para generar prácticas exitosas de convergencia territorial, en esto la Nueva Geografía Económica es clara. También instrumentos como la Nueva Agenda Urbana postulan transversalidad, que supone construcción de consensos.

Reconsiderando: todo análisis regional se enfoca en prever los efectos de impacto territorial inmediato, propiciado por economías externas, tecnológicas y pecuniarias, porque, en efecto, la dimensión territorial del impacto regional es quien da sentido al desarrollo posible. Advierte que desde la política se confunda crecimiento con desarrollo sectorial, y señala que es la acción convergente hacia mejores niveles de bienestar territorial el sentido supremo.

¿Hay planeadores que no aprenden de experiencias análogas? Pues parece que sí, y para el colmo no son pocos.

Audi por ventura genera expectativas. Atrae proveedores, pero lleva y trae todos los días desde la cuenca industrial de Puebla y Tlaxcala a obreros que, por supuesto, no gastan ni un peso en San José Chiapa, ni en sus alrededores, porque no hay nada que comprar de acuerdo con sus niveles de consumo. Ciudad Modelo es, por tanto, un modelo de transferencia del ingreso territorial, donde, por ejemplo, las unidades habitacionales, de magno diseño e interiores reducidos poco ofrecen a los modos de vida urbanos de una clase obrera (¿sirve aún este término?), que consciente de ser casta divina jamás saldrá del triángulo metropolitano formado por Puebla, San Martín y Apizaco, sistema de lugares donde se puede vivir mejor que la clase media consolidada. Justamente, el boom de las plazas comerciales en Puebla y Cholula o la emergencia de espacios urbanos de excelencia como Valquirico, adjunto a la exhacienda Santa Agueda, en Tlaxcala, a apenas media hora de Puebla, prueban que en cuanto difusor el modelo regional acusa fallas.

Si la política pública no es para corregirlas paradojas del desarrollo regional, hay que revisarla y evitar que la derrama económica, pública o privada, impida la formación de valor público en ciudades y pueblos cercanos; o, peor, reproduzca amenazas en forma de conurbaciones lineales y estructuras suburbanas. ¡Vaya escenario! Un hábitat de profunda entropía social. ¿Y el valle verde? Pues bien-mal, pero gracias.

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